¿Quién se queda con mi coche?

Con una morosidad del 4%, los bancos empiezan a acumular vehículos embargados.

Si una imagen vale más que mil palabras, a Constantino García le basta mirar cada mañana por la ventana de su despacho para entender la situación económica de los hogares mejor que si leyera toda la prensa especializada. Más de 1.000 camiones, furgonetas, todoterrenos, utilitarios y berlinas se amontonan en las campas de Cars&Cars, la empresa que dirige a las afueras de Madrid.

En otros tiempos, estos vehículos de segunda mano procedían de empresas de alquiler que rotaban su flota. Hoy, la mayor parte de los coches que entran llegan de los bancos o, mejor dicho, de clientes de bancos que no han podido pagar sus créditos.

Desde mediados de año, el tipo de interés medio para la financiación de automóviles se sitúa en un 9,4%. Con unos precios más altos, los salarios congelados, el paro subiendo y el grifo de los créditos cerrado, a mucha gente no le llega para pagar el coche. Según datos del Banco de España, el aumento de la morosidad en los créditos para automóviles ha aumentado en las entidades especializadas hasta el 4,3% en junio, el doble que la media del sector.
¿Quién se queda con mi coche?

Y en un momento en que los bancos quieren evitar cualquier atisbo de duda sobre su solvencia, García es un recurso de emergencia para las entidades con las que trabaja: convierte en liquidez los créditos fallidos o al menos una parte de ellos. «Antes, los bancos reclamaban judicialmente pero hasta que la sentencia se hacía efectiva, los vehículos perdían valor. Ahora, embargan el vehículo y recalculan el crédito», explica.

Así, la demanda de entidades que piden peritajes ha crecido de forma exponencial. De 50 solicitudes que podían recibir en un mes la pasada primavera, han pasado a 200. Y la campa de Cars&Cars comienza a llenarse de coches de gente que vivía por encima de sus posibilidades. Hay varios Porsche Cayenne turbo, BMW X5, Mercedes CLS… Pero la mayor parte de los vehículos son de gama media como un Ford Mondeo, un Opel Astra, un Renault Laguna o un Toyota Avensis. Algunos llevan todavía puesto el logo de la empresa que lo entregó como pago.

«Es porque los primeros en fallar han sido empresas pequeñas y los autónomos, muchos del sector de la construcción. Pero me temo que a la vuelta del año habrá concursos de acreedores en empresas mayores y ahí empezarán a llegar coches de gama más alta: el del gerente, el de los directivos…», explica.

Son alrededor de 400 los coches que entran cada mes a la campa de esta empresa, que tiene que moverse rápidamente para darles salida tanto entre otros vendedores de segunda mano como entre particulares. Pero hasta el mercado de segunda mano está de capa caída, con una bajada de ventas del 12%. «Si antes nos compraban 10, ahora son sólo tres» Los principales mercados para los coches que no pueden pagar los españoles, están en Europa del Este, adonde Cars&Cars envía camiones cargados todas las semanas.

¿Y qué se compra aquí? «Lo que hace sólo un año nadie quería. Un BMW X5 con 180.000 kilómetros por 18.000 euros; un Clio o un Fiesta por 6.000 euros… «Tenemos hasta coches mileuristas, con más de 10 años y un precio de hasta 2.000 euros, comprados, sobre todo, por extranjeros sin posibilidades de obtener un crédito».

Los créditos bajan un 28%

La financiación de automóviles tanto nuevos como usados movió el año pasado cerca de 15.000 millones de euros. Más de ocho de cada 10 coches se compran gracias al apoyo de de bancos y cajas, que conceden un importe medio de 14.500 euros. Pero los requisitos son cada vez más duros. Según datos de Banco Cetelem, especializado en créditos al consumo, la inversión nueva del sector en préstamos para la compra de coches cayó un 28,2% hasta agosto.

La falta de financiación explica buena parte de la caída que el mercado del automóvil experimenta desde comienzos de año.

A los vendedores de coches de segunda mano les ha hecho daño sobre todo la falta de crédito para inmigrantes. «A los extranjeros es difícil venderles un coche si no lo pagan prácticamente en efectivo. Los bancos les exigen tres años de estancia en España, un contrato fijo, un sueldo suficiente y el aval de un ciudadano español, con lo que lo tienen muy difícil», asegura García.