Una unión menos apacible de lo previsto

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La integración del Grupo Volkswagen (VW) y Porsche parece ser menos apacible de lo que se esperaba. Cuando el fabricante de coches deportivos está a punto de tomar la mayoría en el primer fabricante europeo de automóviles, aparecen fuertes fricciones y signos de desconfianza entre los dos protagonistas de la operación.

Porsche, que posee el 30,9% del capital de VW, se dispone a incrementar esta participación en un 4,9% en los próximos días. Posteriormente, durante el tercer trimestre del año, debería ampliar su parte hasta superar el 50%, tras una inversión de alrededor de 10.000 millones de euros.

Pero la llegada de Porsche no está siendo del agrado de todos. Por una parte, Christian Wulff, jefe del Gobierno de Baja Sajonia, el segundo mayor accionista de VW, teme por la posición dominante de la que ha disfrutado hasta ahora.

En junio adquirió 500.000 acciones más, que sumadas al 20,1% que poseía hasta el momento, le permitían mantener su minoría de bloqueo en el Consejo de Vigilancia del grupo.Ahora, la reforma de la ley Volkswagen –aprobada en 1960 y que permite al Ejecutivo de Baja Sajonia mantener un control efectivo del consorcio, con sólo un 20% del capital– podría obligar a Wulff a ampliar su participación hasta el 25%, para poder mantener su postura privilegiada.

El Gobierno de Angela Merkel no parece demasiado entusiasta de reformar este limbo legal en el que vive VW, pero la Unión Europea acaba de recordarle que la citada ley Volkswagen es ilegal y tiene que modificarla.

Entre tanto, en Wolfsburgo, sede del cuartel general de Volkswagen. Martin Winterkorn, director del primer grupo automovilístico europeo y quinto mundial, ya amenazó en junio con presentar su dimisión si la marca de coches deportivos seguía interfiriendo en la gestión del grupo.

El enfado se debía a las presiones de Porsche para lograr que Audi renunciase al superdeportivo R8, cuyas ventas están afectando a las del Porsche 911. También quería impedir futuros desarrollos, como el de un hipotético R5, que podría competir con sus modelos Boxster y Cayman.

Evitar que haya solapamientos

El enfrentamiento acabó en tablas. Ahora Porsche ha vuelto a disparar las alarmas en Wolfsburgo cuando ha tratado de orientar la política de precios y la estrategia de márketing del Volkswagen Touareg II, que debería reemplazar al actual modelo en 2010. De esta forma pretende que no haya solapamientos entre el 4×4 grande de VW y el Porsche Cayenne, la gallina de los huevos de oro de la marca de Stuttgart.

Por su parte, Porsche se ha quejado de la deficiente calidad de las carrocerías del Panamera, la berlina que la marca lanzará en 2009, y que está siendo producida en instalaciones de VW. Éstos, a su vez, afirman que se trata de unidades de prueba y que los coches de preproducción y de serie cumplirán con los estándares más exigentes.

Sea como fuere, según la prensa alemana estos rifirrafes habrían llevado a Ferdinand Piëch –nieto de Ferdinand Porsche, presidente del Consejo de Vigilancia de VW y uno de los propietarios de Porsche– a mover la silla de Wendelin Wiedeking, presidente de Porsche.

Por si no fuesen suficientes los problemas, Wiedeking se encuentra ahora con la oposición de los sindicatos de VW, que reclaman una mayor presencia en los órganos de dirección del nuevo grupo.El presidente de Porsche concedió a los 14.000 empleados de esta marca la misma presencia en el Consejo de Vigilancia que a los 115.000 trabajadores de Volkswagen. Para mostrar su descontento, para hoy viernes está convocada «una de las mayores manifestaciones de la historia de VW», que reclamar un más equilibrado reparto del poder.

Fuente: El Mundo