Koenigsegg es sólo la fachada tras la compra de Saab

Es la noticia del día, por no decir uno de los bombazos del mes. La televisión pública sueca puso a Koenigsegg en boca de todo el mundo al rumorear que el pequeño fabricante de superdeportivos podría hacerse con el control de la mucho más grande Saab, desesperada en estos momentos por escapar de la suspensión de pagos.

¿Pero cómo es posible que una compañía que apenas tiene 50 empleados pueda hacerse con el control de Saab? Bien, pues para empezar, porque técnicamente Koenigsegg no es la que está comprando nada. El auténtico cerebro detrás de la jugada es Bard Eker.

Este empresario noruego de 47 años es el fundador de Eker Group, un pequeño conglomerado de empresas con intereses de lo más variopinto. Eker, que de joven iba para arquitecto, decidió finalmente estudiar diseño industrial, tras lo cual comenzó a trabajar para el constructor de lanchas rápidas Hydrolift. Poco después entró en bancarrota, situación que aprovechó para adquirirla y darle completamente la vuelta. Rápidamente fue ampliando sus horizontes; ahora es el principal accionista de Koenigsegg, con un 49% de la casa, y ha descubierto un auténtico filón de oro en la creación de Projectiondesign, una firma dedicada a la creación de proyectores de altísima gama (Bill Gates compró hace tiempo varias unidades para su mega-mansión). También tiene su propia empresa de diseño, Ekerdesign. Sus trabajadores, que lo han apodado «el fantasma andante», relatan que es un trabajador nato, que sólo vive por y para sus negocios; exactamente la clase de timonel que Saab necesitaría en estos momentos.

Obviamente existe el riesgo de que Eker piense vender a Saab por piezas para mejorar la salud del resto de sus inversiones, pero el ejecutivo ha querido acallar los rumores, asegurando que el suyo es un interés legítimo y respetuoso. Su idea es unir las fuerzas y la capacidad innovadora de Koenigsegg y Saab, devolviendo el lustre perdido por los suecos durante su periodo a manos de General Motors.

Ciertamente ambas compañías podrían beneficiarse mutuamente de una posible asociación; Saab tiene unas importantes instalaciones técnicas que podrían ser de gran utilidad para Koenigsegg, mientras que los de Trollhattan ganarían en reconocimiento y contactos. Esta jugada, en cualquier caso, necesita mucho más dinero del que tiene el propio Eker (recordemos que Koenigsegg aún no es rentable), por lo que nuestro rubicundo amigo habría contactado con varios inversores de Estados Unidos y Noruega para ayudar en la operación.

Por otro lado, porque esto también podría estar relacionado, la semana pasada Bo Andersson dimitió como jefe de compras de GM. Andersson, nacido en Suecia, comenzó a trabajar para Saab en 1987 antes de dar el salto a General Motors, donde se hizo cargo de las relaciones del grupo con los proveedores de componentes. Ahora ha dejado GM para convertirse en CEO de una nueva empresa, cuya identidad es por el momento desconocida. ¿Será una casualidad o hay algo más? Esta semana conoceremos la respuesta.