París 2010: Citroën C4 2011

Empecemos con las confesiones: yo soy de los que no podían ver el nuevo C4 ni en pintura. Las fotos oficiales me dejaban un regusto a medicamento genérico, a solución sin nombre para los problemas del consumidor medio. Tras contemplarlo en persona, mi opinión ha cambiado. Sin poder decir que ahora sea un converso, no tengo la menor duda de que el C4 2011 es mucho más coche que el modelo saliente, sin que importen sus relativamente medianos 4,33 metros, reducidos solo en el contexto del gigantismo que experimentan algunos de sus rivales.

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Visto de frente, el compacto de Citroën tiene planta y fortaleza; tal vez su estética no sea la más personal del mercado, pero sí es un coche muy aparente, y desde los faros delanteros a los pilotos, se siente sólido. El interior refuerza esta primera impresión, con buenos ajustes, un espacio correcto y una ergonomía a los mandos muy bien medida. Posibles faltas son el uso de plásticos duros en toda la superficie de las puertas (con la excepción de los reposabrazos, ligeramente mullidos), y una textura en la espuma de la parte superior del tablero que tiene todo el aspecto de ser un imán para las motas de polvo (al menos en la unidad fotografiada). Pequeños detalles que no desmerecen un conjunto no sólo armonioso, sino con la imagen suficiente para figurar en una berlina media.

Durante las últimas semanas ya te hemos hablado lo suficiente de él como para que conozcas sus detalles técnicos al pie de la letra, así que no te marearemos más. Terminaré este artículo diciendo simplemente que el Citroën C4 es, en conjunto, un coche correcto, y esta vez no lo digo con el retintín habitual, sino con el respeto de quien se encuentra ante un producto que aparenta estar bien hecho.