Holbein-erasmus

Erasmo de Rotterdam

Si el gran filósofo holandés viviese hoy, probablemente diría: “Cuando tengo dinero me compro el último modelo de iPad”.

No existe lugar de espera, transporte, playa, paseo, o grupo de personas que, parados o caminando, no estén hablando, consultando su móvil o su tablet, mientras la vida discurre a su alrededor sin prestarle la menor atención.

¿Qué nos está pasando? ¿Hacia dónde nos lleva esa locura colectiva?

Que un adulto dedique una buena parte de su tiempo a navegar por ese inmenso océano de internet, puede tener infinidad de motivaciones, pero que, un niño, a partir de los cuatro, cinco o seis años, pase horas enfrascado en videojuegos (casi todos con escenas de guerra y de violencia que terminan con la destrucción del enemigo) es realmente preocupante; pero quizás lo es mucho más, que jóvenes adolescentes y no tan adolescentes, malgasten un tiempo precioso en lugar de dedicarlo a la lectura y a preparase para su vida futura.

Dentro de mi propia familia: nietos, sobrinos, parientes,…y en mi propio trabajo, compruebo cómo, aun habiendo terminado sus estudios universitarios, su desconocimiento de la historia, de la geografía de su propio país, del mundo, del arte, de la buena música…, son temas que les suenan porque tuvieron que aprobarlos en el bachillerato pero que han olvidado completamente.

Sin embargo, causa asombro ver a qué velocidad mueven los dedos de ambas manos sobre el diminuto teclado de su móvil.

Apple - iPhone 6-001-webitaria-webitagoras

Locura por los Smartphone

Si algo tuvieron de bueno las reformas de Lutero y Calvino, fue que impusieron la lectura de la Biblia, con lo que una buena parte de Europa aprendió a leer, y es, precisamente, en la mayoría de esos países protestantes, donde está más arraigada la democracia y reina la mayor prosperidad.

Si puedes comprarte una tableta o un móvil, hazlo, pero reserva una parte de tu dinero a adquirir un buen libro en el que, sin duda, encontrarás respuestas a preguntas que ni el más moderno iPad podrá darte jamás.

Paco Costas