Mientras presenciaba el emocionante espectáculo con el que nos regalaron ayer Hamilton y Vettel en su lucha por la victoria en el Gran premio de España, disputado en Montmeló, imaginé por un momento como hubiese sido lo mismo con un tercer participante, Alonso, si hubiese tenido un coche ganador. Habríamos visto algo muy difícil ver. Entre los tres sumarían nada menos que nueve títulos mundiales.

Todo salió a pedir de boca: una carrera emocionante con espectaculares adelantamientos como en los mejores días de la F1, que hacen afición; la organización y la asistencia de público ejemplares, y por si fuese poco, un tiempo espléndido.

Pero a los que deseamos a Alonso lo mejor, volvimos a ver a los dos Mclaren-Honda colgados de la grúa. El viernes, el de Alonso, y el domingo a su joven compañero de equipo. Y añadiría como metáfora, que Honda se “colgó” en la grúa.

Pero afortunadamente no todo fue malo para los pilotos españoles, Carlos Sainz acabó séptimo después de realizar una gran carrera, y me pregunto que hubiese hecho con el coche de Botas o el de Raikkonen, el madrileño está más que maduro para alcanzar metas más altas.

Alonso que logró terminar en la décimo segunda posición, algo que sólo él puede hacer con el coche que tiene, se encamina hacía un gran desafío en el circuito oval de Indianápolis donde estoy seguro que, pase lo que pase, dejará testimonio de su gran talento y afición a prueba de bala.

Y por último, me llenó de orgullo ver a ese caballero del deporte, Pedro Martínez de la Rosa, entrevistando al trio ganador que, en todo momento, se mostraron próximos con evidentes demostraciones de afecto y amistad.