La carrera de Japón (por fin una auténtica carrera), ha sido el más aproximado anticipo de lo que vamos a seguir viendo en China y en la próxima temporada. Hay dos pilotos, y el resto, salvo alguna genialidad de Montoya, serán meros comparsas. Dos participantes que arrancan en las últimas filas y que a las pocas vueltas están disputándose la victoria después de rebasar a sus contrarios por pares -Alonso a ocho en la primera vuelta- han marcado una vez más las diferencias y han sido los verdaderos protagonistas de la más bella carrera de la temporada.

El vencedor Raikkonen ha logrado un triunfo memorable y, su gran rival, Alonso, ha demostrado en cada adelantamiento que, una vez terminados los cálculos y lejos de presiones, es un auténtico campeón. Lástima que los retrasos obligados por el director de carrera le hayan hecho perder la oportunidad de alcanzar lo más alto del podio porque tenía el coche adecuado y las ganas le sobraron. Fisichella, una vez más, sucumbió a la presión y dejó claro que entre un campeón y un piloto más, hay todo un mundo. Alonso ha sido el verdadero artífice del posible título de marcas a lo largo de toda la temporada y Renault debe saberlo.

Al bajarse del monoplaza y en la conferencia de prensa, el asturiano, por primera vez esta temporada, tenía cara de pocos amigos, para él todo lo que no sea terminar en lo más alto a partir de ahora no va a contar. Para nosotros, el espectáculo que ha dado en Japón, ha dejado un sabor agridulce por el resultado y si en el futuro dispone del coche adecuado capaz de medirse con el mejor en igualdad de condiciones, también segundos y terceros puestos nos van a parecer poco. Raikkonen y Alonso están a varios cuerpos por encima de los demás y solo faltará saber quién de ellos se lleva el gato al agua en las próximas temporadas. El duelo está servido.