Lo he visto en alguna televisión: la policía autónoma de Cataluña organizó una “redada” en la que cayeron un buen número de conductores de vehículos ligeros, pequeñas furgonetas y camionetas, cuyos conductores, en algunos casos, superaban con mucho los límites de velocidad establecidos.

Me sorprende que se haya tomado esta medida tan tarde y, sobre todo, me sorprende mucho más que la iniciativa catalana no sea secundada de forma tajante en todas las vías urbanas e interurbanas del país.

Las velocidades que desarrolla cualquiera de estos vehículos, la casi totalidad propulsados con motores diesel, puede equiparase a la de muchos turismos y, en el caso de las camionetas de mayor tamaño con grandes espacios de carga y, por tanto, de volumen, a la velocidad hay que añadir su precaria estabilidad debido a su alto centro de gravedad.

Resulta sintomático comprobar cómo, en muchos accidentes vemos a diario que siempre aparecen involucrados alguno de estos vehículos y que, a pesar de las nuevas medidas, la mayoría de estos conductores siguen campando por sus respetos sin que las policías hagan nada por impedirlo.

Al parecer, según declaraciones de alguno de los sancionados en Cataluña, son sus empresas las que les obligan a circular rápido para cubrir el mayor número de entregas. Si es así, el argumento es impresentable, y si alguna empresa sanciona o despide a un conductor por ese motivo, a quien hay que perseguir también es a la empresa.

Pero el pretexto de la inmediatez del reparto con el que se disculpan los infractores, no se justifica en el caso de otros conductores, artesanos de diferentes oficios y de servicios de asistencia técnica, que también circulan a velocidades peligrosas, como si reparar una lavadora o resolver una avería telefónica fuese un problema de vida o muerte.

Ya va siendo hora de que Tráfico se tome este problema con el mismo celo que demuestra aplicando sanciones por exceso de velocidad mientras, para estos vehículos parece imperar una patente de corso.

Querido amigo conductor que también padeces el acoso de estos “bomberos” del tráfico; cuando los veas aparecer de repente a tres metros de tu parachoques sin saber de donde han salido, apártate si no quieres aparecer de un salto en otra provincia por no cederles el paso.