…desde el momento en el que las condiciones naturales de la existencia han sido destruidas por la civilización moderna, la ciencia del hombre se ha transformado en la más necesaria de todas las ciencias… La Incógnita del Hombre – Alexis Carrel

¿En qué espacios del alma, de nuestro organismo, o de la conciencia, anidan esos sentimientos que en nosotros afloran muchas veces de forma incontrolada? La agresividad, la ira, la venganza, el odio, el amor, la envidia, las emociones, el miedo, siguen siendo campos del comportamiento humano que todavía permanecen en el terreno de lo ignoto a pesar de los avances de la ciencia.

En el campo de la investigación, de los estados psicofísicos de los conductores causantes de un gran número de accidentes, conocemos con bastante exactitud, los orígenes del sueño, el estrés, la fatiga, el cansancio; los estados de ebriedad, el efecto y la influencia de las drogas, las múltiples agentes externos que producen distracciones durante la conducción. Otras causas tienen como base de partida, los errores de percepción, los excesos de velocidad, la desobediencia de las normas… En definitiva, si dejamos de momento la influencia del medio, las vías, la señalización, y de los propios vehículos como una parte de su incidencia directa en la siniestralidad del tráfico, nos encontramos con que es el hombre, el factor humano, la causa directa en un 80% del millón de personas que encuentran la muerte todos los años en la carretera, nada menos que el 2,8 % de la totalidad de la mortalidad mundial.

Siendo estos datos estadísticos exactos, la conclusión más lógica sería que los gobiernos, los pedagogos, los educadores especialistas de la seguridad vial, dedicasen todos su esfuerzos a la erradicación del mal actuando sobre las conductas humanas, comenzando por la educación más temprana, lo que hemos dado en catalogar como la educación escolar, dando por sentado que es la educación en su más amplio espectro la respuesta.

Pero tampoco está, en mi opinión, en la educación, el conocimiento o la cultura la solución a las actitudes incontrolables de algunos individuos por muy alto que sea el nivel alcanzado en su conocimiento.

La Historia nos demuestra como algunos de los comportamientos humanos, como ya se ha apuntado, permanecen todavía ignorados por la ciencia y son de muy difícil solución. Vemos como, en el Renacimiento, ilustres sabios conversos que alcanzaron las más altas dignidades eclesiásticas y de gobierno, actuaron con la mayor crueldad contra sus propios correligionarios en los tribunales de la Inquisición. En épocas más recientes, en la Alemania nazi, políticos y militares de una conocida formación humanística y cultural, y con un refinado gusto por la música, la pintura y las bellas artes, fueron capaces de eliminar a millones de seres de la forma más cruel.

Sin llegar a esos extremos, el automóvil, como efecto multiplicador de la capacidades físicas y de movilidad del ser humano, también es un objeto muy personal, casi intimo, en el que la velocidad, el libre albedrío y el aislamiento en el que falsamente cree hallarse el conductor, hacen que afloren en él las frustraciones cotidianas y los más bajos instintos al no sentirse observado por los demás.

A veces, estas conductas atávicas, no solamente ponen en riesgo la vida del protagonista, sino que también exponen al peligro a otros usuarios que, por reacción, adoptan la misma actitud dejándose arrastrar por un sentimiento fugaz y peligroso de venganza. Resulta desgraciadamente frecuente observar cómo algunos de estos conductores que, en su circulo familiar o de trabajo, se comportan de forma educada, al volante de su automóvil realizan maniobras suicidas, acelerando cuando van a ser adelantados, echando su vehículo encima del coche adelantado para después, en muchas ocasiones, dar un brusco frenazo como castigo al osado que les ha estado impidiendo avanzar, o persiguiendo literalmente pegados a todo aquel que encuentran en su camino.

Sobre esta transformación de la conducta que, de forma magistral, dejó reflejada Walt Disney en un inolvidable dibujo animado, el perro Goofy saluda a sus vecinos, entrega flores, con una ceremoniosa reverencia a un señora, y, a continuación, se transforma en una fiera cuando se sienta al volante (video en inglés). Estos homicidas son los mismos que, después de haber estado a punto de matarte, si te encuentra en la siguiente gasolinera, insisten en cederte el paso como el más cumplido de los caballeros. Pero eso no justifica en modo alguno su conducta criminal; también Nerón tañía el arpa mientras ardía Roma.

Admitida la presencia de esta clase de individuos y conocidas sus reacciones incontroladas y peligrosas, se llega al triste convencimiento de que su psiquis permanece insondable y los elementos correctores que podrían aplicarse escapan a toda norma susceptible de control y, ni siquiera la educación en la escuela, será capaz de cambiar sus hábitos.

Sobre esta especie de lotería a la que todo conductor queda expuesto cuando conduce, siempre recuerdo algo que leí sobre el particular en un tratado sobre la seguridad en el que, su autor, escribía: “de cada cuatro conductores que me cruzo en la carretera, siempre temo que, al menos uno, puede estar loco”.

Va a resultar altamente instructivo comprobar como, “alguno de estos locos” privado del permiso para conducir por haber cometido faltas graves, de acuerdo con el nuevo sistema de sanciones, reaccionará después de someterse, porque no le quede ninguna otra opción, a la labor de reciclaje y concienciación que, psicólogos, sociólogos y pedagogos van a impartirle en un curso acelerado.

Queda por tanto al educador, al especialista, y a la propia Administración, como única vía eficaz, hablar de FORMACIÓN E INFORMACIÓN en primer término y como base de partida. Este esfuerzo, en el que debe implicarse toda la Sociedad, incluye la escuela, el ejemplo en el hogar, los medios de comunicación, los fabricantes de automóviles… Y, al legislador, y a los poderes públicos, obligar a que que se cumpla la ley con equidad, pero con todo rigor. Gran Bretaña, Suecia y los Países Bajos, países en los que las leyes son especialmente severas en materia de tráfico, y cuyos sistemas democráticos están fuera de toda duda, son los más seguros de la Unión Europea.