Me resulta estremecedor y casi insoportable pensar que, durante las vacaciones de Semana Santa, van a dejarse la vida al volante más de un centenar de personas que, probablemente, en el momento que escribo este comentario gozan de buena salud ajenos por completo a lo que les espera. Y me resulta doblemente insoportable, porque tengo el absoluto convencimiento de que esta pandemia mortal que se viene repitiendo año tras año en España, podría evitarse, al menos en buena parte.

¿Cómo? Resulta fácil decirlo, pero creo que bastaría con que cada conductor, incluso aquellos, la gran mayoría, que emprenden el viaje ilusionado de unas vacaciones con el firme propósito de mantener la calma y la prudencia en todo momento, reflexionen sobre el hecho de que basta una leve distracción, una pérdida de concentración, o la aparición de ese larvado enemigo de los seres humanos, la ira, que, en un momento determinado, les provoca un irracional deseo de venganza al considerarse agredidos por otros conductores.

A veces, este sentimiento continúa durante muchos kilómetros en una absurda persecución del ofensor, y es entonces cuando se realizan maniobras suicidas que casi siempre acaban en un accidente. Y lo que es aún más incompresible, a veces este conductor lleva a bordo a su familia pero esa ofuscación momentánea le hace olvidarse por completo de su responsabilidad. Son muchos los consejos que sobre los viajes inusuales y de vacaciones recibimos desde todos los medios de comunicación y todos útiles si se siguen.

Yo también podría darlos desde esta página, pero creo que, de entre todos ellos, perder la concentración un solo instante ya entraña de por sí un grave peligro, pero cuando esa concentración desaparece sustituida por un sentimiento de ira irreprimible y descontrolada, estamos jugando con la propia vida y, en muchas ocasiones, con la de los seres que decimos amar.

Feliz viaje y mucha calma.