Nadie puede poner en duda su eficacia: en Francia, después de quince años en vigor, las cifras cantan. Las personas fellecidas en 1993( 9767 ) que hicieron tomar medidas severas al gobierno, se han dividido en el 2006 por dos( 4703 muertos ).

Este espectacular descenso se empezó a producir coincidiendo con la aparición de 2000 radares fijos acompañados por un número elevado de radares móviles cuyo aumento ha producido en un sólo año 300 millones de euros en multas para las arcas del estado vecino y le ha costado a los conductores franceses que han infrigido 8 millones de puntos, principalmente por excesos de velocidad. Estas cifras podría aumentar en el presente año. A fecha de hoy entre el 20 y el 30% de los titulares de permisos de conducir en Francia ya han visto mermados su capital de 12 puntos y se estima en un millón los que perderán el carné.

También en Francia como en España, los radares no discriminan y la mayoría se quejan de algo que también tendría que considerar el Ministerio del Interior Español. No es lo mismo perder 6 puntos por excesos comprobadamente peligrosos de velocidad: conducir en el sentido contrario a la circulación, adelantamientos peligrosos etc, …..que las pequeñas faltas por excesos de velocidad entre 0 y 20 km/h y otras de menor importancia que llegan a costar la pérdida del permiso por acumulación de la suma de puntos a personas que nunca han puesto en peligro la vida de los demás.

La situación que ya ha provocado que millares de conductores pierdan su permiso por acumulación de faltas leves al cabo de un año, también se va a producir en nuestro país si algún día la DGT, madre de todas las improvisaciones, nos da a conocer quiénes, cuándo, cómo y por qué causas hemos sido sancionados, algo que, por otra parte, está dando lugar a que vivamos con la espada de Damócles sobre la cabeza. ¿ He cometido ya alguna falta ? ¿ recibiré algún dia una notificación y perderé mi carné ? y, que, además está produciendo el efecto contrario a la eficacia del sistema, ya que la mayoría de los conductores están perdiendo la fe y. sobre todo, el temor a ser sancionados por falta de rapidez en la gestión y notificación de la sanciones.

Siendo ministro todavía Dominique de Villepen, se aceptó que el primer punto perdido fuese recuperado automáticamente si el condustor sancionado no volvía a cometer otra infracción durante el plazo del año correspondiente a la sanción. La medida hizo que las asociaciones pusieran el grito en el cielo por considerarlo una operación cosmética que no resolvía el problema. Pero las voces contrarias, las asociaciones de lucha contra la violencia en el tráfico, una de sus portavoces con mayor influencia en Europa, Geneviève Gurgenssen, sostiene que la relajación de la norma se traduce de forma inmediata en el aumento de la cifra de muertos y, que, por lo tanto, se debe castigar igual al que cruza la señal de un paso de cebra o un semáforo a 50 km/h, que al que hace lo mismo al ralentí.

Naturalmente, este supuesto, suceptible de ser defendido por el conductor sancionado ante un tribunal que pudiese juzgar la gravedad de la falta, es imposible, dado que el sistema es automático y sobre todo la falta de medios para hacer frente a lo que sería una avalancha de demandas, lo hace impracticable. Para la Administración lo más fácil es tirar siempre por la calle del medio caiga quién caiga. Resulta impensable, por tanto, que, a la ineficacia de la DGT en la comunicación de las sanciones se pudiesen añadir los recursos y el derecho a un juicio emitido por un tribunal. Y si, el infractor opta por poner su caso en manos de un abogado que le defienda y denuncie los vicios del sistema, corre el riesgo de que, después de un par de años, éste le comunique que el caso se ha perdido, y, al final, el conductor opta por buscar la forma de burlar la ley.

En Francia, muchos conductores han decidido circular por las vías secundarias para burlar la vigilancia y, otros, emplean un barro minerealógico sobre un número de la matrícula para engañar a los radares o, como ocurre en España, algo que hemos inventado nosotros según los franceses, la culpa acaba cayendo sobre el pariente que ya no conduce, o el conductor de avanzada edad que vende sus puntos. Este tráfico va desde 700 euros el punto hasta los mil y más; el único riesgo estriba en que un vendedor poco escrupuloso acabe traicionando al comprador.

Pero, como conclusión, tanto en Francia como en España los vicios del sistema son muchos. Los que nos aquejan a nosotros son muchos más. Aquí el sistema, además de producir cifras astronómicas y, desproporcionadas en muchos casos, para la Hacienda Pública, contiene defectos de base que atañen a toda la sociedad y, sobre todo, a los poderes públicos , defectos que vengo denunciando en múltiples ocasiones desde estas páginas y me resisto a repetir. Pero una de las diferencias con Francia, entre otras, es que el Ministerio del Interior francés, de los 349 millones de euros recaudados por multas, destina 100 a financiar infraestructuras y otros 109 a los departamentos para dedicarlos a actividades y enseñanzas de la seguridad vial.

Paco Costas