En primer lugar, quiero expresar mi satisfacción por el descenso de la cifra de muertos en los accidentes de tráfico. Algo importante se está consiguiendo y sólo eso bastaría para que todos nos alegremos de los resultados, aunque sigamos pensando que las medidas que lo está propiciando podrían mejorarse y modificarse para hacerlas mucho más efectivas.

En estos días, en el curso de un viaje por el sur, he podido constatar que los controles de alcoholemia están alcanzando tal nivel de concienciación entre los conductores que, algunos restauradores que habitualmente llenaban sus locales a la hora de la cena, han visto como la afluencia de público ha descendido ante la limitación de bebidas que pueden consumir sin riesgo de ser denunciados por superar los límites permitidos para conducir.

Este dato que, sin duda, daña los intereses de unos pocos, beneficia a una inmensa mayoría de ciudadanos que, expuestos a la conducción irresponsable de los que abusan del alcohol sin medir sus consecuencias, no llegan a saber nunca con quién se cruzan en la carretera, y cuando lo averiguan , la mayoría de las veces es demasido tarde.

El legislador establece las reglas del juego, pero si los encargados de hacerlas cumplir no aportan su celo y su esfuerzo para que se cumplan, todo se queda en un papel mojado. Sin Guardia Civil de Tráfico no hay controles de alcoholemia posibles. No existen hasta la fecha que yo conozca, máquinas capaces de suplir la presencia humana en temas del control efectivo de las normas del tráfico.

Si las estadísticas nos dicen que el alcohol está presente en una buena parte de los accidentes con víctimas, cualquier medida que se adopte capaz de controlar y castigar a los infractores, me parece poco aunque los sectores afectados pongan el grito en el cielo. Beber nuestros ricos caldos o cualquier otra bebida hasta emborracharte, es una decisión personal aunque dañe tu salud, pero hazlo en tu casa y, si no, deja que conduzca otro.

Pero lo mismo que me manifiesto tan tajante en materia de alcohol, no opino igual de las medidas en vigor implantadas por tráfico para sancionar de forma objetiva y justa los excesos de velocidad.

Se están dando casos de injusticia manifiesta en los que, la simple colocación de una señal, la mayoría de los casos mál colocada, invisible y muchas veces intercalada en espacios sin ningún sentido, son causa de sanciones que más parecen una trampa que una medida correctora o ejemplar.

Un radar no tiene criterio ni podrá suplir nunca la eficacia de la presencia policial de patrullas que vigilen nuestras carreteras de forma permanente. En este sentido, una y mil veces más, denuncio aquí la total falta de presencia de la Guardia Civil de Tráfico. En un recorrido de 550 kilómetros (ayer mismo), lo único que he podido observar han sido las mismas conductas agresivas y peligrosas de un buen número de conductores que siguen campando por sus respetos sin poder ni siquiera denunciar sobre la marcha a esa minoría de salvajes que se saben impunes por falta de vigilancia.

¿En cuantos de los 150.000 kilómetros de nuestra red de carreteras se puede circular sin que uno de estos conductores ponga en peligro tu vida sin que alguien le detenga y aplique el castigo correspondiente? ¿Puede la maraña de radares en autovías y autopistas solucionar el problema, estableciendo quienes son los buenos conductores y los malos con sanciones, la mayoría de las veces, resultado de radares trampa?

Resulta tan ridículo e irritante que Tráfico le envíe a un conductor una denuncia por exceder en 3 o 5 kilómetros los limites que, si los resultados no fuesen tan severos para el infractor, era para tomárselo a broma. Llevo más de 60 años conduciendo y todavía me resulta casi imposible mantener la aguja del cuantakilómetros en los límites en zonas de señales cambiantes en cortos espacios, que pierdo más concentración mirando el cuentakilómetros que lo que requiere el tráfico.

Vuelvo a lo mismo: menos radares y más Guardia Civil de Tráfico, bien pagados y con los mejores medios técnicos necesarios para ejercer un buen contról del tráfico moderno. La sola presencia de uno de ellos es más eficaz que cualquier radar oculto.
En este sentido casi produce sonrojo la subida anunciada de 1.000 € anuales para los integrantes del cuerpo de policía más serio, más eficaz y más sacrificado que tenemos.

Me gustaría saber qué pensará el agente que impone una multa de 300 o más €, casi la mitad de su sueldo mensual, con los millones que Tráfico recauda en un sólo año, y, encima, suben las tasas y se quedan tan frescos.