Hace ya algunos años, los últimos en los que todavía Lauda conducía para Mclaren, le hice una entrevista en Mónaco y, cuando yo esperaba que me dijese que el trazado del principado monegasco era unos de los importantes del calendario para los pilotos, me respondíó: «correr en Mónaco es de locos y más tarde o más temprano tendremos aquí un grave accidente».

Afortunadamente, desde los primeros años de la F1, en Mónaco, sólo se han producido dos accidentes mortales: un comisario atropellado por el BRM de Ghinter, y el de Lorenzo Bandi por la heridas que le produjo una colisión en carrera.

Sin embargo, es posible que no se haya celebrado un sólo GP en este circuito urbano en el que, al menos, uno de los coches participantes, haya regresado entero a su base.

Las velocidades que permite este trazado casi de juguete son de las más bajas del calendario, pero la estrechez de la pista y la proximidad de los guardarrailes es tal, que hay puntos en los que superar una curva es como enebrar una aguja.

Lo que le ha ocurrido a Hamilton en Santa Devota, la primera curva a derechas después de la meta, es lo normal, y raro es el GP en el que, en esta curva, no acaben enganchándose unos cuantos nomoplazas en la salida. Salir de Santa Devota delante de la fila, es casi tener el cincuenta por ciento de la victoria.

Es posible que Hamilton, que si conoce el circuito por haber participado en otras categorías, haya cometido un error. Un formula 1, en las calles de Mónaco, son palabras mayores. El domingo veremos.