Es evidente que el comportamiento contrario a la seguridad vial debe ser denunciado y sancionado severamente, tanto si se trata de la velocidad en carretera, como del alcoholismo o consumo de drogas. Quiero decirles que condeno a aquellos que hacen de la velocidad un argumento de venta , al igual que condeno a quienes subestiman las consecuencias del alcohol o de las drogas para los conductores.

Más allá de la acciones de prevención, todos los conductores deben saber que es muy probable que serán controlados y severamente sancionados si infrigen las reglas. La misión de los poderes públicos es hacer que se respeten estas reglas, tal y como constan y se enseñan. Además, dispondrán de los medios para cumplir con esta misión.

Declaración de Jacques Chirac, Presidente de la República Francesa (29/9/2002) en la inauguración del salón mundial del automóvil de París.

Resulta evidente que la mayoría de los condutores españoles conducen con frecuencia por encima de los límites permitidos por la norma. Muchos de estos conductores argumentan con cierta razón, y yo particularmente corroboro este argumento, que velocidades entorno a los 150 Km/h e incluso algo más, son perfectamente seguras conduciendo por una vía despejada y de buen firme porque los vehículos actuales están perfectamente capacitados para circular a esas velocidades. Eso es cierto siempre que, la contingencia muy probable en forma de factor sorpresa, no nos obligue a tomas decisiones en fracciones de segundo para evitar un accidente, con el agravante de que, si se pruduce éste a velocidades superiores a los 120 Km/h, los daños materiales al vehiculo y los físicos a sus ocupantes, aumentan en gravedad al cuadrado de la velocidad a la que se circule en el momento de la colisión o la salida de la vía.

Queda claro por tanto, que el factor velocidad es un factor de riesgo y como medida preventiva la mayoría de los paises del mundo han establecido límites máximos en ciudad y carretera con pocas diferencias en términos generales.

En España, ante la alarmante cifra de víctimas del tráfico que arrojan las estadísticas todos los años, el Ministerio del Interior, a través de la Dirección General de Tráfico, intenta en todo momento atajar esta pandemia nacional y, dentro de poco, aprobado y debatido en el Congreso de los Diputados, están a punto de entrar en vigor una serie de medidas, entre las más importantes el sistema sancionador por puntos con fuertes multas y retiradas de carné según sea la gravedad de la falta.

Como apoyo a estas medidas de vilgilancia y control, Tráfico está invirtiendo grandes sumas de dinero en radares automáticos que, en algunos casos son del conocimiento de los conductores y, en otros, actúan por sorpresa instalados sobre vehículos móviles.

El efecto sobre los usuarios es admitido a regañadientes y la gran mayoría están convencidos de que se trata de una herramienta para engrosar las arcas del Estado.

Además de su elevado coste, ¿los radares van a reducir el número de accidentes mortales?

No parece que así vaya a ser. En Inglaterra, país paradigmático con el menor número de victimas de toda la UE y donde la ley es especialmente rigurosa con los infractores, ya se han convencido de que el empleo de radares de forma masiva no puede resover el problema. La “policía robotizada” como designan los 5000 radares instalados en el Reino Unido está siendo negativa ya que en el curso de los últimos diez años el número de agentes asignados a la vilgilancia del tráfico cayó de 9000 a 6.500 con la amenaza de un aumento de las victimas mortales.

Los radares sólo detectan la velocidad, dejando a un lado los comportamientos peligrosos, la conducción bajo la influencia del alcohol, las drogas y a los conductores sin permiso o sin el seguro. Por otra parte, la cuantía de las sanciones económicas es un total disparate para la economía de la mayoría de los conductores españoles y, en este sentido, voy a reproducir algo sucedido en Finlandia.

El día 10 de febrero del 2004, el señor Solojona, de 27 años y heredero del imperio finlandés de la salchicha, recibió una multa record de casi 170.000 € por circular a 80 Km/h en una zona limitada a 40 Km/h. La multa era exactamente de 169.728 €, cifra impuesta según sus ingresos conforme a la ley finlandesa. Este conductor ya había sido multado con 40.000 € en el 2000 por conducir a 200 Km/h por una autopista. Otro millonario pionero de Internet, ostentaba el record anterior y había sido condenado a pagar 80.000 € de multa.