Desechado de forma definitiva el circuito del Jarama desde 1981, España necesitaba otro escenario lo suficientemente atractivo como para merecer la atención selectiva de Ecclestone, y Pedro Pacheco, después de muchas visitas gestiones y encuentros, créditos y ayudas, logró inclinar la voluntad y la oposición inicial, se puso el mundo por montera, inició las obras, se gastó dos mil millones de pesetas de entonces y logró del Rey Ecclestone un contrato para celebrar allí un Gran Premio durante cinco años.

Sin demérito de su valentía al tomar la decisión y atraer hacia Jerez la atención del mundo, es posible que Pedro Pacheco, fuera del ámbito andaluz continuara siendo un perfecto desconocido. A cambio las arcas del ayuntamiento hicieron posible el milagro a costa de quedar exhaustas durante algún tiempo.

El circuito de Barcelona en Montmeló es una historia diferente. Cataluña, cuna de muchos deportes, lo es también del automovilismo español, y el Real Automóvil Club catalán, una entidad totalmente privada, impulsada por su presidente Sebastián Salvadó y ese otro gran amante del los deportes del motor, Carmelo Ezpeleta, probablemente el único que supo frenar a Ecclestone cuando este quiso también apoderarse de los derechos del mundial de motos, se unieron para construir un gran circuito en permanente mejora y en donde los equipos de Fórmula 1 han demostrado sus preferencias realizando la mayoría de sus ensayos privados.

Desde entonces la bola ha continuado rodando y los horizontes y las ambiciones de Ecclestone agrandándose. Algunas opciones empezaron a perecerle poco, adquirió en compra el circuito Paul Ricard, se convirtió en promotor de algunos Grandes Premios y hasta tuvo la osadía de condenar el de Silverstone en su propio país; pero la jugada salió mal y dio lugar a una gran polémica.

Esto ocurrió en octubre del 2004 cuando no consiguió un acuerdo con el presidente del British Racing Drives’ Club que presidía el tricampeón Jackie Stewart, en relación con la continuidad del Gran Premio británico en el circuito de Silverstone. Y aunque en un principio la carrera fue eliminada del calendario provisional para la temporada 2005, una reunión en la que participaron 10 de los directores de las escuderías más importantes, se adoptaron ciertos recortes presupuestarios y se firmó un acuerdo para cinco años el día 9 de diciembre de aquel mismo año.

Desde que Ecclestone asumió las riendas de la FOCA en 1972 sus decisiones, sus pactos con los organizadores, junto a una gran firmeza, siempre fueron acompañados por el prestigio de la palabra dada y un buen ejemplo de ello fue lo que sucedió en 1976 relacionado con el Gran premio de España que habría de tener lugar en el circuito del Jarama.

Después de Brasil, Sudáfrica y Long Beach, le tocaba el turno a España en el Jarama, pero una vez más la carrera estuvo precedida de problemas y a punto de no celebrarse. La Federación Española recién renovada, envió al inolvidable Bernard Tramont a Kyalami, en Sudáfrica, para informarse y preparar la carrera española. En vísperas de aquel gran premio que ganó Lauda aunque se quedó sin gasolina cien metros después de rebasar la línea de meta- en aquella carrera perdió la vida Pryce-, yo hablé con Ecclestone sobre el gran premio español y le informé de la presencia de Tramont, de los cambios en nuestra Federación y del interés que todo el mundo en mi país tenía por ofrecer una buena organización. Pero antes de que terminase mi explicación y con la mejor de sus sonrisas, me interrumpió para decirme: «No habrá Gran Premio de España si los organizadores no firman un contrato por tres años». En un principio creí que me lo decía de broma, pero pronto salí de mi error, ya que continuó: «He tratado de obtener respuesta del R.A.C.E, sin conseguirlo, si no hay contrato que nos deje tranquilos los próximos tres años, no habrá carrera. Ellos- agregó- dicen que no me localizan: tengo tres telex en Londres y siete teléfonos de los que no me alejo más de media hora». Al final de aquella ducha de agua fría, cuando ya daba por terminada la conversación con el consiguiente disgusto por mi parte, todavía me dijo: «El dinero no es problema, la cantidad está pactada y quiero que transmitas al R.A.C.E. puntualmente todo lo que te he dicho». Así lo hice a mi vuelta y el día 8 de mayo ya se había llegado a un acuerdo, la prueba se celebró y terminó con una segunda victoria del Lotus y Andretti, que también había ganado en Long Beach.

El interés de los distintos países por tener un gran premio ha llegado a tales extremos, que incluso en lugares de la tierra en los que la injusticia o la pobreza son universalmente conocidas, sus políticos se afanan por llevar el circo al precio que sea. Hoy día, lo que cobra la F.O.C.A por trasladarse a cualquier lugar, por desorbitada que sea la cantidad que el organizador acuerde con Ecclestone, tiene además que incluir unas instalaciones y unas condiciones de seguridad que cuestan verdaderas fortunas.

Una demostración del poder de Ecclestone, se puso de manifiesto en el Gran Premio de Bélgica, en el circuito de Spa- Francorchamps en 1999. Las autoridades de aquel país prohibieron la publicidad del tabaco, bajo la amenaza de multas hasta de veinte millones de francos belgas, y un año de cárcel. La respuesta del «Zar» fue automática. Al acabar la prueba anunció que el Gran Premio de Bélgica y el circuito de Spa no volverían a ver la Fórmula 1 en el futuro, sí las autoridades de Valonia no respetaban la decisión de mantener los acuerdos que la Unión Europea ha establecido excepcionalmente, concediendo una moratoria para que la Fórmula 1 pueda hacer publicidad del tabaco hasta el año 2006, a condición de que ésta se reduzca de forma gradual a partir del 2003.

En aquel momento todo el mundo pensó que lo que hacía Ecclestone era lanzar un envite y ejercer presión sobre el gobierno belga. Y en efecto, el tiempo se encargó de darle la razón ya que a las pocas semanas, en vísperas del Gran Premio de Malasia, el gobierno belga se bajó los pantalones autorizando la celebración de este Gran Premio

Lo sucedido en Bélgica no deja de ser una prueba más de que sólo Ecclestone tiene la potestad de conceder un gran premio, suprimirlo, o negarlo Él quita y pone rey sin que nadie tenga el atrevimiento de oponérsele. Aunque la «F.I.S.A», (que obtiene grandes beneficios gracias a la gestión de este genio de los negocios) parece que en ocasiones hace valer su autoridad, lo cierto es que el verdadero amo en la Fórmula 1 es Bernie Ecclestone. Por otra parte, los propietarios de los equipos que integran la F.O.C.A.(Fórmula One Constructors Asociation), de la que también es presidente Ecclestone, no rechistan por que el reparto de los fabulosos ingresos, está llenando los bolsillos de los únicos que podrían oponerse.