Viendo a Fernando Alonso arrastrarse en las tres primeras carreras del mundial 2008 de F1, no puedo evitar la reflexión que, al igual que yo, se estarán haciendo miles de aficionados sobre lo que pudo ser y no fue en Mclaren, en el 2007.

Aquel invierno, Ron Dennis tocaba el cielo. Después de un prolongado periodo de fracasos, tenía en su mano todos los triunfos para volver a ser el gran patrón de la F1 que siempre fue. Con Fernando Alonso, piloto de un talento poco frecuente y con dos títulos mundiales en el bolsillo, contaba, además, con el apoyo financiero de grandes patrocinadores españoles y extranjeros, con el nivel técnico indiscutible de Mercedes y, en España, con una afición y unos medios de comunicación entregados en el seguimiento de su ídolo.

Fue durante ese espacio de tiempo, anterior al comienzo del campeonato, cuando le preguntamos en Madrid qué pensaba decidir con respecto a la incorporación de Pedro Martínez de la Rosa como segundo piloto de su equipo, todo lo que conseguimos sacarle fue: “Mclaren tiene tres grandes pilotos y en su momento todo se decidirá”. Se refería sin duda a Hamilton, Alonso y a Martínez de la Rosa.

A pesar de su evasiva, siempre pensamos que, lo razonable, sería poner a Pedro, gran probador y experimentado piloto, al lado de Alonso con el que, sin lugar a dudas, se hubiese compuesto un formidable equipo en el que el título mundial de marcas y pilotos quedaba prácticamente asegurado.

Pero su decisión final no fue esa y, en cambio, prefirió dar el segundo volante a un joven de color, Louis Hamilton, que, en fórmulas inferiores, ya había demostrado un notable talento.

El resultado ya lo conocemos todos. Su empecinamiento y descarada predilección y favoritismo por el piloto británico, trajeron como consecuencia que, los errores del bisoño debutante, junto con la incomodidad de Alonso al verse menospreciado, le costasen el mundial y el descrédito por espionaje, entre otros perjuicios, al parecer, de orden familiar.

Pero todo aquel que por sus propios errores siembra vientos no es digno de lástima cuando llegan las tempestades. Lo que sí es triste y lamentable es que sus equivocaciones se hayan vuelto contra los aficionados españoles, los medios de comunicación, los anunciantes y patrocinadores y contra los grandes proyectos como el GP de Valencia y el GP de España. Pero, sobre todo, contra Fernando Alonso obligado este año a sufrir la impotencia de tener que luchar contra los últimos de las parrillas, con un monoplaza que, por el momento, está muy por debajo de las posibilidades del piloto.

Estoy absolutamente seguro de que, de no haber sido por los tremendos errores de Ron Dennis, ahora, Alonso, tendría su tercer título en el bolsillo y estaría en camino de conseguir el cuarto.

Después de ver el papelón del asturiano en el circuito de Bahrein, muchos miles de aficionados- que ya se habían incorporado y seguían este apasionante deporte del motor-, desertarán de él al no verse reflejados y estimulados por los éxitos del español. Pero aquellos, los auténticos fieles a las carreras y al talento de Alonso, aunque con rabia, seguiremos acelerando con él desde el interior de su monoplaza, pase lo que pase.

LA CARRERA

Triunfo merecido de Massa y de Ferrari. Excepcional pole de Kubica y gran demostración de BMW en su imparable trayectoria ascendente. Mientras, el “abordaje” de Hamilton sobre el monoplaza de Alonso, demuestra una vez más, como, a pesar de lo que han vaticinado muchos, al británico le falta más de un hervor, y mucho me temo que, la oportunidad que dejó escapar en el 2007, no volverá a presentársele.

Paco Costas