Veo los informativos de esta noche de Reyes y no puedo reprimir el impulso de escribir este comentario.

Aparecen niños españoles, bien alimentados, sonrientes, bien vestidos, con la ilusión puesta en lo que los Magos de Oriente dejarán en sus hogares, y me avergüenzo al comparar sus caritas llenas de vida con las de otros niños que hoy, precisamente, desde ese oriente no tan lejano, como cruel contraste y en los mismos informativos, aparecen los rostros infantiles de niños palestinos víctimas de la locura humana que, en brazos de sus padres desesperados, sólo muestran la palidez cadavérica de la muerte.

¿Ha alcanzado el ser humano esa madurez de la que presume? ¿Es posible que en el tercer milenio, después del nacimiento de ese Cristo que vino al mundo a predicar el amor, la misericordia y la igualdad entre los hombres, no hayamos aprendido nada?

¿Son designios de ese Dios que, según nuestra religión encarnó Jesús en la Tierra, el que mueran seres inocentes sin apenas haber empezado a vivir?

Me borro; me pesa haberte creído, ¿Dónde estabas hoy cuando morían despedazados tantos inocentes casi a la misma hora en la que, otros niños más afortunados contemplaban con asombro la cabalgata?

Hoy no puedo seguir creyendo en Dios.

Paco Costas