Viendo las enormes dificultades con las que se vio obligado a luchar para terminar la prueba de Mónaco en una posición que, aunque digna, no corresponde al talento de Fernando Alonso, el aficionado siente rabia e impotencia y no creo que estos sentimientos puedan considerarse una exageración. Quizás, aunque no lo manifieste, sea el propio piloto el que más amargamente esté viviendo tanta frustración.

Las cartas para el español ya están dadas para el campeonato actual, pero lo más preocupante no es como puede terminar su travesía del desierto este año, sino que le espera para los años siguientes, si Ferrari, su opción tan esperada- deseo que comparte la mayoría de la afición italiana-, se retira tal como amenaza, si la FIA no da su brazo a torcer.

Si esto sucediese, a Fernando le quedarían pocas opciones sobre el papel para poder sentarse al volante de un coche ganador.

Tal como quedó aplastantemente demostrado en el GP de Mónaco, los Brown de Button y Barrichello son imbatibles por el momento y el título aparece ya en el horizonte para la escudería y el piloto británico.

No parece probable que, si llega este éxito, impensable al inicio de la temporada, aconseje cambiar a los pilotos que tan buen papel están haciendo y, por tanto, ante la imposibilidad de una plaza en Ferrari, parece difícil imaginarse a Alonso en el equipo Brown.

Si alguna de estas ecuaciones se producen – deseamos de todo corazón que no sea así- Alonso no debe, bajo ningún concepto, seguir arrastrando su nombre mezclado con el pelotón de los eternos perdedores.

Aunque ya he insistido sobre ello, vuelvo sobre el gran error de Ron Dennis al pronunciarse por Luis Hamilton en la temporada del 2007, provocando una rivalidad innecesaria entre éste y Fernando Alonso.

Aquellos barros trajeron estos lodos; Mclaren perdió aquel año el mundial, tuvo que asumir una multa millonaria y, aunque Hamilton lo consiguió al año siguiente por los pelos, lo cierto es que el piloto británico, sin poner en duda su talento, está siendo duramente criticado por la prensa de mayor prestigio de aquel país que acusa a Hamilton de arrogante y de no saber encajar su fracaso este año.

Las críticas llegan al extremo de acusar también a su padre de los alardes que hace, proclamando a los cuatro vientos la valía de su hijo, al tiempo que ponen de relieve y comparan la gran modestia de su compatriota Button y la prudencia que demuestran sus padres.

En un país en el que, de boca para fuera, no existe el racismo y sus leyes así lo establecen, es inevitable que, una minoría, en la que se incluye Hamilton, ponga un exagerado énfasis en una afirmación de personalidad que, por otra parte, no necesita, a no ser que se viva bajo un permanente complejo de inferioridad. Esta postura, compresible hasta cierto punto entre algunos de los integrantes de esta minoría, aparece acusada en el padre de Hamilton con su permanente arrogancia y con sus inoportunas declaraciones en búsqueda de protagonismo,

El tiempo es el gran juez y, casi siempre, acaba poniendo a cada cual en sus sitio.

Paco Costas