La expulsión fulminante de Flavio Briatore y el desproporcionado castigo impuesto por la FIA, me parece, como poco, confusa.

Todo lo que ha rodeado al culebrón que ha dado lugar a tal medida, más parece una venganza personal del actual presidente Max Mosley, juez, acusador y parte del sumario juicio, que una medida en la que cualquier tribunal ordinario hubiese exigido pruebas concluyentes antes de emitir una sentencia equilibrada, si, en verdad, los hechos son como parecen haber sido, a primera vista.

Llama también la atención la exoneración del piloto, Piquet junior, actor y cómplice, y resulta chocante que la FIA no le haya retirado la licencia de por vida. También cuesta trabajo creer que, alguien en su sano juicio, se preste a hacer el papel de cascadeur con un monoplaza de Fórmula 1, por muchas que sean hoy día las medidas de seguridad de los coches y de los circuitos.

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Pero lo que más llama la atención es la demostrada inquina de Mosley hacia Briatore.

Creo que ante lo ocurrido, una sentencia de inusitada dureza, quizás convendría valorar que puede haber provocado tan larvado deseo de venganza.

Nos encontramos ante dos personalidades diametralmente opuestas, en las cuales los orígenes y las diferentes trayectorias en su vida profesional, inclinan a pensar en el secular pecado de la envidia.

Mosley, hijo de un destacado aristócrata, lider y fundador de la Unión Británica Fascista, se casó con una gran belleza de sus tiempo, la Honorable Diana Mitford, que dio a luz al actual presidente de la FIA en la cárcel, donde habían sido confinados sus progenitores por orden de Winston Churchill durante la Segunda Guerra Mundial, debido a sus simpatías por el régimen y por la especial amistad personal de su madre con el propio Adolf Hitler.

Ni esta circunstancia ni los escándalos, adulterios y amoríos tormentosos de sus padres que tuvieron que trasladar su domicílio a Francia, no fueron obstáculo para que el joven Mosley se graduase en física y, más tarde en derecho, en 1964.

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Su afición por al automovilismo pronto le llevó a participar en carreras de clubes, hasta que, después de participar en la Fórmula Dos en el 1966 y 1967, logró una plaza en el equipo de Frank Williams en 1968. A partir de entonces, en 1969, se convirtió en fundador de la emblemática March, constructora de monoplazas, con la que obtuvo algunos éxitos en los años 1970 y 1971. Desde entonces, hasta llegar al puesto que hoy ocupa, puede asegurarse que ha subido todos los peldaños administrativos y deportivos de la profesión, y no resulta sorprendente que, desde la aparición de Briatore en la Fórmula 1, haya considerado a éste un intruso y poco menos que un aventurero. Sus diferencias y sus pugnas son bien conocidas y han ido creciendo a medida que el peso del italiano y su oposición en muchas ocasiones ha quedado de manifiesto.

La otra cara de la moneda, Flavio Briatore, es la del hombre que además de un gran inteligencia, desde un origen mucho más modesto, ha demostrado ser un auténtico triunfador en la vida.

Sin apenas armas que justifiquen su éxito y con un simple diploma en geometría, la biografía de este italiano nacido en Verzuelo(norte de Italia) en 1950, ha tenido que despertar la envidia de muchas personas que hubieran dado cualquier cosa por vivir la vida de este play boy que, a pesar de lo que se dice, ha demostrado ser un duro trabajador, y desde su aparición fortuita en la Fórmula 1, no solamente no ha dado un solo escándalo en lo deportivo, como el protagonizado por Mclaren copiando los planos de Ferrari, sino que ha conseguido los títulos y la gloria para Renault, Williams, Damod Hill, y Jacques Villeneuve, y bajo su dirección también lhan logrado la corona mundial por primera vez, Michael Schumacher y el español Fernando Alonso.

Monitor de esquí para turistas en los Alpes; ayudante del equipo de fútbol del Milan AC, su vida dio un jiro muy importante cuando comenzó a trabajar con éxito en la bolsa para el Grupo de Milán.

En este periodo de su vida aparece la primera mancha oscura: es acusado de estafa y arrestado con una condena de un año u seis meses en Bérgamo y a otra de tres años en Milán que no cumplió porque logró fugarse a las islas Vírgenes.

A partir de entonces- logra, gracias a una amnistía volver a Italia-. su suerte cambia cuando Romano Luzi, entrenador de tenis de Berlusconi, le presenta a Luciano Benetton que le encarga el desarrollo de su marca de ropa. United Colors of Benetton, para Asia y, algún tiempo después, a partir de 1977, para toda America del Norte donde Briatore consigue inaugurar 800 tiendas.

Un buen día, en 1988, es invitado por Luciano Benetton- que había comprado el equipo Toleran de F1- al Gran Premio de Australia en Adelaida, y Briatore descubre por primera vez su pasión por las carreras. Benetton bautiza el equipo con su nombre y le encarga la dirección general del mismo.

Desde entonces, paralelamente a sus indudable éxitos deportivos, su fama de conquistador y su relación con algunas de las más famosas bellezas del mundo y sus fiestas fabulosas, le convierten en un icono del lujo que él mismo se encarga de dar a la luz y, a cuya sombra, ha logrado crear un imperio económico multimillonario.

Creo que, si contrastamos la personalidad de estos dos protagonistas en el escándalo al que han dado lugar las acusaciones de los Piquet y a la sentencia fulminante, a todas luces personal por parte del presidente de la FIA, quizás podrían entreverse motivaciones que van más allá de lo deportivo.

En el caso de Briatore, mientras que su pasión por el lujo, el dinero y las mujeres, puede ser hasta cierto punto escandalosa, podría entrar dentro de la descripción del conquistador físicamente agraciado, amante de la vida, en una palabra, estaríamos hablando de una persona afortunada y psíquicamente normal.

Por el contrario, Mosley, al que nada menos que Niké Lauda, Jody Scheckter o Jackie Stewart han pedido su dimisión irrevocable, un escándalo protagonizando una orgía sadomasoquista de índole nazi con un grupo de prostitutas en el 2008, aunque su vida sexual y privada le pertenecen, invitan a pesar, al menos, en un ser un tanto retorcido y muy capaz de sentir rencor ante la figura de un auténtico ganador al que sonríe la vida.

Vemos también como, a lo largo de su trayectoria aventurera, Briatore no ha sido siempre un angelíto, pero si hay que reconocer sus meritos como organizador y, en muy buena parte, copartícipe del éxito de los más grandes pilotos de los últimos años. Al rey lo que es del rey. No me extraña que Alonso le dedicase el podio de Singapur.

Estoy por apostar que, dado el carácter de Briatore, sus contactos, su fortuna y la afrenta que sufre en estos momentos, van a provocar en él una venganza siciliana, y es muy posible que, en un futuro no muy lejano, los tribunales ordinarios acaben por darle la razón.

Paco Costas