Aquellos que conocen mi trabajo como periodista saben que, en contadas ocasiones, he dedicado mis comentarios a otra cosa que no sea el automóvil y todo aquello que guarda relación con esa actividad. Pero como ciudadano, y también como periodista, con todo el derecho, quiero expresar en esta ocasión mi opinión sobre el bochornoso y antipatriótico proceder de nuestra clase política.

Cuando España atraviesa el momento más crítico de su historia más reciente, los partidos, sobre todo los que representan a la inmensa mayoría de los españoles, en lugar de unir sus esfuerzos para buscar soluciones a la situación que estamos viviendo, gastan sus energías, su tiempo y nuestro dinero, en insultarse mutuamente repitiendo un tras otro aquello que en el colegio, cuando un niño insulta a otro,ambos repiten por turnos, siempre la misma respuesta; “y tu más”

Es tan fuerte el odio, la inquina entre los dos grandes partidos que, escuchando a diario el cruce de descalificaciones de ambas formaciones, uno siente bochorno y una indignación mayor cada día que pasa.
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Cuando uno dice negro, el otro se apresura a decir blanco: “eran galgos o eran podencos” qué más da, España continúa siendo un país dividido y las escenas y los comentarios que nos ofrecen los medios cada día, recuerdan al famoso cuadro de principios del siglo XIX en el que Goya refleja de forma magistral, bajo el título El Duelo a Garrotazos, como dos hombres enterrados hasta la cintura y a escasa distancia el uno del otro se golpean con saña.

Entre tanto, las noticias más relevantes, las que menos interesan a la casi totalidad de los españoles, se centran en la compra de trajes, de coches, en espionajes…: En ocasiones, también acaparan la atención sucesos dramáticamente luctuosos que, sin dejar de tener su grana importancia, son utilizados hasta la saciedad a modo de cortina de humo y como maniobras de distracción que poco importan, sobre todo, a los más de tres millones de españoles sin trabajo y enfrentados a un futuro dramático.

Nací en 1931, bajo el signo de la recién proclamada República, por cuyos nefastos resultados, padecimos una sangrienta guerra civil. Cuando aquel horror entre hermanos terminó, después de tres años para olvidar, yo ya tenía ocho y recuerdo con nitidez como, en mi casa, los mayores relataban a diario, los rencores y los deseos de revancha de los vencedores que mataban, encarcelaban y torturaban por miles a los vencidos,
Después de cuarenta años de dictadura, nada cambió, España siguió dividida. Con la Transición y la nueva Constitución, consensuada por un grupo de políticos de una talla desde entonces irrepetida, todos comenzamos una nueva vida con la esperanza de que el las dos Españas quedaban enterradas; no ha sido así y de nuevo asistimos al todo blanco, o todo negro.

Cuando ahora veo en la televisión al presidente del Gobierno y al jefe de la oposición cruzarse insultos, terminando sus intervenciones de un manotazo al micrófono, esperando el aplauso de sus seguidores en la creencia de que han contestado de forma ingeniosa, siempre me viene a la memoria el famoso cuadro de Goya y la figura de aquellos furibundos enemigos propinándose garrotazos. Creo que si yo fuese capaz de reproducir en un dibujo la escena, representaría a ambos rivales políticos en su escaño y, en lugar de un micrófono pondría, como hizo Goya, un garrote en sus manos.

Paco Costas