Hay que seguir llenando la caja, la reacaudación no alcanza para cubrir los gastos previstos; ¿Qué hacemos?, acudir a los descuentos. Ahora es un 50% por pronto pago, dentro de unas semanas quizás la penuria económica que padecemos los españoles obligue a una “rebajas especiales de primavera”; no me sorprendería.

La DGT tiene un problema, ha bajado la recaudación y algunos de los sancionados, incluso tendrá que pasar forzosamente a esa lista de morosos cada día mayor a pesar de que, en teoría, nadie se escapa gracias a los embargos que practica Hacienda que, pronto, ni siquiera encontrará nada que embargar.

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Resulta evidente que la circulación ha disminuido de forma considerable y que muchos de los vehículos que circulan (en este momento hay más de 50.000 camiones en paro forzoso) reducen sus recorridos y renuncian a muchos viajes por causa de la situación de crisis, Pero la DGT tiene forzosamente que cubrir sus presupuestos y desata una campaña cada día más asfixiante con ese propósito. Tambien las policías municipales están llevando a cabo y siguiendo las mismas conductas. Los ayuntamientos, ante el temor de muchos munícipes de acabar en la cárcel, han puesto sus barbas a remojo y la “caza del infractor” prima en estos momentos sobre la seguridad del tráfico y la seguridad ciudadana.

Yo siempre había entendido que el Estado cubriría las necesidades de sus órganos de administración y gobierno con lo que recauda de nuestros impuestos sin necesidad de seguirnos esquilmando a través de sanciones cada vez más elevadas y en muchos casos injustas y sin defensa posible.

¿No nos aseguró Pere Navarro y llegó a enfadarse cuando declaró ante los medios que la DGT no tenía ninguna necesidad de utilizar el dinero que generan las multas porque todo que tenía que hacer la DGT era presentar sus presupuestos al Ministerio del Interior encargado de proveer sus necesidades?

Al parecer, no es así, y su política actual es la de cualquier fabricante de electrodomésticos que, cuando disminuyen sus ventas de forma alarmante, acude a las rebajas para hacer frente a la situación.

Aunque no siempre estuve de acuerdo con el nuevo sistema sancionador, siempre pensé que, éste, debería tener como propósito fundamental la ejemplaridad y la prevención de accidentes, y que, una vez probado y aplicado, era una cosa seria e inamovible. La sensación que ahora perciben la mayoría de los ciudadanos es de chalaneo con el fin de lograr que aumente la recaudación y que nadie se escape sin pagar. ¿Dónde queda el propósito pedagógico del sistema que dio lugar a las nuevas normas y sanciones?

Paco Costas