Han sido recientemente denunciadas, las áreas de descanso-las pocas que se encuentran en nuestras autovías y autopistas, incluidas aquellas en las que hay que pagar para circular-, ofrecen un aspecto deplorable y absolutamente tercermundista.

Carentes de la más mímica zona de sombra- la mayoría- son un auténtico vertedero de suciedad, olor a orines, a excrementos e inmundicias.

Probablemente son los propios usuarios los que originan tanta suciedad, sobre todo en el verano, pero no es menor cierto de que en ninguna que yo conozca existe un servicio de váteres ni un lugar en el que poder lavarte las manos,

Los recipientes distribuidos por dichas “zonas de descanso” aparecen invariablemente colmados de basuras y uno se pregunta cada cuantos días son vaciados y limpiados. ¿Quién tiene esa responsabilidad? ¿Los ayuntamientos? ¿Fomento? ¿Las concesionarios de las autopistas de peaje?

En el caso de estas últimas, resulta intolerable que después de pagar para poder circular por ellas, no dispongan de los mínimos servicios homologables con el resto de Europa, en donde este aspecto de la higiene y de la seguridad de los usuarios se cuida haciendo que un empleado provisto de un vehículo acuda casi de forma constante para mantener limpios estos espacios.

Causa verdadera envidia llegar y comprobar en casi todos los países a los queremos parecernos, la limpieza y la forma en que estas áreas de descanso han sido construidas, pensadas y cuidadas para dar facilidades al viajero.

Se puede argumentar que los españoles somos más sucios que los franceses o los suizos, y es posible que en parte sea verdad. Se puede argüir también que son los marroquíes los que al atravesar la península inundan de basura los lugares por donde pasan; pero al igual que ocurre en miles de bares cuyo suelo aparece lleno de suciedad y desperdicios, cuando sus propietarios se empeñan en mantenerlos limpios, consiguen que, al final, sea el propio aspecto del local el que obliga por sí sólo a los usuarios a no alterar la limpieza.

Ya saben, España sigue siendo diferente

Paco Costas