Desde que la DGT implantó una extensa red de radares en las autovías y autopistas, coincidiendo con el nombramiento del actual director general Pere Navarro, venimos denunciando, una y otra vez, la clara intención recaudatoria de los planteamientos de Tráfico.

Hemos insistido, por activa y por pasiva, en el error de considerar que, es en las vías más seguras (sin tráfico de frente) donde menos se necesita de esa vigilancia, en muchos casos aleatoria y manifiestamente utilizada a modo de cepos para cazar y sorprender a los usuarios.

Denunciamos una y otra vez la necesidad de controlar las vías secundarias, donde todo el mundo sabe que se cometen los mayores desmanes, pero la DGT ha seguido haciendo oídos sordos ante la evidencia, y quién sabe, si porque la lluvia repentina de miles de denuncias, donde resulta más fácil imponerlas, era lo más políticamente correcto.

La revista Autopista nos hace saber ahora que la DGT ha denunciado a 35.000 conductores en quince días desde que, una nueva campaña, por fin, ha decidido a Tráfico a aumentar la vigilancia en las vías secundarias.

Por otra parte, la citada revista nos facilita un dato revelador: el año pasado se produjeron en las vías secundarias el 78 por ciento de los accidentes mortales, en 1499 accidentes, y 1706 víctimas, por causa de dichos accidentes.

Teníamos razón y la DGT lo sabía. Nunca es tarde cuando se rectifica. Pero lo que no ha cambiado ni posiblemente cambie, hasta que el Sr. Navarro viaje de vuelta a Cataluña a jalear en público a su Barsa, son esos tramos en los que el conductor mantiene escrupulosamente los 120 k/ph y, de repente, el GPS o cualquier otro avisador sonoro, le anuncia un tramo inexplicable a 80 o a menos k/ph, sin tiempo para rectificar.

Circular en estas condiciones crea una tensión añadida y una falta de concentración que, en un recorrido de varios cientos de kilómetros, el con ductor con más experiencia y los nervios mejor templados, acaba por cometer errores involuntarios. Los especialistas en temas de tráfico y los psicólogos de la DGT lo saben; pero, y el Sr. Navarro, ¿Lo sabe?

Juro que, si no fuera porque no tengo más remedio que seguir haciendo lo que llevo haciendo sesenta años, me compraría un burro dócil y me iría a vivir al monte.

Paco Costas