Ha sido una rutinaria visita a mi médico de cabecera, que está a pocos meses de una más que merecida jubilación, la que me ha impulsado a escribir éste artículo. Mi médico, treinta años acudiendo a su consulta de la Seguridad Soicial lleva algún tiempo pidiéndome consejo para comprarse una autocaravana de segunda mano, el sueño de toda su vida, para lo que ha estado guardando celosamente 24.000 euros. Por cierto. ¡Qué vergüenza para el sistema que presume de defender el bienestar social y paga a un facultativo un sueldo absolutamente ridículo!.

En todo momento, he tratado de darle esperanzas sin advertirle lo que supone hoy día aspirar a un seguro a todo riesgo, a cualquier recambio o reparación, y a la cascada de impuestos que están convirtiendo esta maravillosa experiencia en algo que comienza a ser prohibitivo.

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La mayoría de los que hemos optado por esta forma de disfrutar del tiempo de ocio, somos jubilados que subsistimos, en la mayoría de los casos – es también el mío -, con una modesta pensión y con algunos ahorros que tienen fecha de caducidad.

Creo que ha llegado el momento que las asociaciones de autocaravanistas de toda España, no solamente nos alcemos en firme protesta por el trato que nos dan muchos ayuntamientos, sino que debemos contemplar la posibilidad de crear cooperativas que nos permitan comprar accesorios, reparaciones y seguros, a precios más razonables.

En ciudades como Madrid, el usuario sólo dispone de un centro en el que poder adquirir muchas de las cosas que necesita, a precios, en la mayoría de los artículos, excesivos. No digamos nada, si el usuario tiene que acudir por fuerza al concesionario que le vendió el vehículo. Un arañazo, una avería que exige la sustitución de una pieza original. En esos casos hay que echarse a temblar antes de ver la factura.

Lo mismo ocurre en Francia como si todo el gremio se hubiese puesto de acuerdo. Algunas veces, se puede sortear este monopolio buceando en Internet con el riesgo que las compras o las devoluciones a distancia pueden convertirse en un problema.

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Loa propietarios de una autocaravana no lo son de grandes yates de recreo. Por lo general vivimos el último tramo de muchos años de trabajo y, a todo lo que aspiramos, es a disfrutar de ese último compás vital, gozando del tiempo libre y de la libertad que muchos no hemos disfrutado.

Paco Costas