Aquellos que me hacen el honor de seguir mis trabajos sobre el automóvil y la seguridad vial, saben que, en ningún momento he dejado de denunciar y ser crítico con los diferentes responsables del tráfico durante los últimos treinta o cuarenta años.

Mi política y mis denuncias han sido, si cabe más severas, sobre el actual director general de la DGT Pere Navarro, sobre todo debido al afán recaudatorio de los sistemas por él impuestos y la desigualdad en el control de los radares donde, la mayoría de las veces, su situación me parecía ilógica y cuyo fin a todas luces perseguía una mayor fuente de ingresos para la Hacienda pública.

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Es posible, y yo me atrevo a afirmarlo, que esta desigualdad aún persiste y que la cuantía de las sanciones no guarda relación con los ingresos medios de la mayoría de los sancionados.

Pero una vez expuesto lo que de negativo sigue teniendo la política de la DGT, es de justicia, y lo hago con la mayor satisfacción, reconocer el éxito indiscutible de la gestión de Pere Navarro y su capacidad de aguante, a pesar de las duras críticas recibidas desde un mayoritario sector del colectivo de conductores y asociaciones del mundo del automóvil.

Pero hay que admitir que, su terquedad contra viento y marea, han acabado arrojando cifras de víctimas que, comparadas con años no muy lejanos, le han dado la razón que, a la postre, es lo que cuenta.

Resulta evidente que, la mayoría de los conductores españoles conducimos más despacio; que se dan menos casos de alcoholemias; que lo pensamos dos veces antes de contestar en el móvil y que millones de conductores que jamás se habían planteado el uso del cinturón de seguridad lo hacen ahora aunque sólo sea en el asiento delantero.

Es posible que el miedo guarde la viña, pero lo que cuenta es la cruda realidad de que un muerto son muchos muertos y que la resta de los que no hace mucho nos situaba entre lo peor de Europa, ha sufrido un cambio favorable e indiscutible y lo que cuenta son los resultados al contabilizar la muerte y el sufrimiento de miles de seres humanos.

A mí, cuando todo parece indicar un cambio político que probablemente afectará también a la dirección de la DGT y permanecer callado sería lo más saludable, no me duelen prendas reconocer lo indiscutible. En éste caso, si que, EL FIN JUSTIFICA LOS MEDIOS.

Paco Costas