Reducir el límite de velocidad en autopistas y autovías, una vez más, no es otra cosa que un brindis al sol y un intento más por insultar la inteligencia de la mayoría de los españoles, a los que este Gobierno sigue tomando por tontos.

Ya en la actualidad, la forma errática en la que nos vemos a obligados a conducir por temor a los radares y a las multas, es la mejor manera de malgastar combustible. Punto…, ralla…., ralla…, punto….., Conducimos haciendo el telégrafo, y si los que nos obligan a conducir así, tuviesen la menor idea de cómo funcionan los automóviles, se darían cuenta de que esa es la mejor forma de malgastar combustible y no nos vendrían ahora con el argumento de que conducir a 110 km/h va a suponer un ahorro significativo.

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Pero al margen de que, lo que les digamos, les va a sonar a chino, uno se hace las siguientes preguntas: ¿Cuánto va a costar cambiar las señales actuales y actualizar la plaga de redares ya instalados? ¿Cómo va a influir el cambio en la recaudación que, se diga lo que se diga, es el propósito final aunque se empeñen en negarlo? ¿Van las ministras, ministros y otros de los centenares de políticos a viajar en línea regular cuando se desplazan en sus viajes, en lugar de hacerlo en los aviones de la Fuerza Aérea? ¿Van estos mismos privilegiados a renunciar a ir a todas partes en los Audi, Mercedes, BMV`s a la velocidad que circulan con frecuencia, y van a pedirle al Gobierno que les facilite utilitarios de bajo consumo para hacerlo? ¿Van a dar algunas ministras y ministros ejemplo de austeridad conformándose con acudir a restaurantes modestos en lugar dejarse ver en los más caros de la ciudad?

Todo ciudadano tiene el derecho a ir a donde le plazca a gastarse su dinero, pero cuando un partido político tiene por bandera la preocupación por el bienestar de los más desfavorecidos, y ahora más que nunca, son millones de españoles los que padecen penurias de todo género, estos alardes resultan indecentes.

¡Qué cara más dura! Han arruinado al país, hay miles de españoles haciendo cola para obtener un plato de comida, y cuando hay que apretarse el cinturón, somos siempre los mismos.

Y, si como apuntan las cosas, pronto tenemos un Gobierno de otro signo político, los primeros en regresar por donde nos llegaron, deben ser los que, con una política de seguridad vial “veleta”, nos están volviendo locos.

Paco Costas