Y no me estoy refiriendo en absoluto a aquel taimado rey mal llamado católico; por su puesto, estoy refiriéndome a ese piloto español orgullo de todos los que amamos los deportes del motor.

¡Qué carrera! ¡Qué regularidad! ¡Qué maestría! Ferrari no ha sido, ni como me temo, será capaz de darle un coche ganador, Alonso puede que no gane este año el mundial que se merece, pero la escudería italiana habrá tirado por la borda la gran oportunidad de alcanzar con el español otra etapa dorada como que alcanzó con Schumacher.

La carrera que hemos visto este domingo de octubre en el circuito hindú, ha sido probablemente una de las más grandes de los últimos años, incluso para los que, como yo, creen que la Formula 1 ha perdido una parte de su magia, para convertirse en una ciencia.

La demostración de Fernando superando a los Mclaren, y después de una fantástica persecución a Webber, superarle en un espectacular adelantamiento, acabar metiéndole el miedo en el cuerpo, nada menos que a Vettel, en las últimas vueltas, me hace olvidar el mérito del alemán, y me pregunto: ¿qué sería capaz de hacer el español al volante de ese avión que ha creado Adrian Newey?

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Fernando Alonso, tras la carrera

Creo que, a ésta pregunta sería fácil darle respuesta, incluso si se le preguntase al propio Vettel, a sus rivales, o a cualquier aficionado.

Pero no debemos engañarnos; los que conocemos un poco la historia de éste deporte sabemos que, un segundo puesto en las carreras o al final de un campeonato, se olvida al día siguiente.

Qué hermosa hubiera sido una victoria de Alonso, en un circuito que debe ser uno de los más bonitos de conducir del mundial.

¡”My Kindom, for a Horse”! Sí. ¡”Mi reino por un caballo ganador”! El que figura en el escudo de Ferrari, no es, ni mucho menos el “pura sangre” que necesita Fernando Alonso. ¡Qué lástima!

Paco Costas