Cuando los españoles nos estamos enterando de tanto derroche inútil en obras faraónicas que vamos a tener que pagar con nuestros impuestos, y del despilfarro por conseguir un Gran Premio de Fórmula 1 en la ciudad de Valencia, el papel desempeñado por Bernie Ecclestone en tan ruinoso negocio, vuelve a cobrar actualidad.

Vendedor de motos, piloto aficionado, propietario de una escudería modesta, finalmente, este mago de las finanzas compró en 1972 la escudería Brabham de F1 y, al poco tiempo, agrupó a los equipos más importantes del momento para fundar la (FOCA) Formula One, Constructors Association. Desde entonces, su poder ha ido creciendo hasta convertirse en el árbitro y poderoso magnate que decide con puño de hierro todo lo que rodea a este deporte espectáculo.

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Conocí a Ecclestone en 1975, en la víspera del Gran premio de España, en el circuito del Jarama. La organización del RACE había delimitado los espacios de los equipos señalándolos con unas tiras de plástico que había que levantar cada vez que se quería acceder a la parte trasera de los boxes. El enfado de Ecclestone, obligado a agacharse para pasar de aquella forma, fue tal, que yo, por circunstancias que no recuerdo, me vi obligado a servir de intérprete y testigo de la bronca que le organizó a unos de los responsables de la carrera. “I don’t want to sufer this agravation”, recuerdo que fueron las palabras que el británico le espetó al español.

Andando el tiempo, he visto a príncipes árabes, a políticos importantes y alcaldes de grandes ciudades, esperar durante horas para ser recibidos en el lujoso motor-home de Ecclestone para conseguir llevar el Gran Premio a sus respectivos países.

La mayoría de las veces, después de acceder a las millonarias exigencias de este pequeño rey Midas, han justificado la inversión ante sus conciudadanos- siempre con el dinero de los contribuyentes, como en el caso de Valencia, por no citar Jerez y otros-, arguyendo la enorme importancia publicitaria que el evento representa para el país en cuestión.

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Pero la verdad que se esconde detrás de esta falacia, es otra. Se trata de disparar con pólvora ajena, para que, reyes, emires, dictadores, en algunos casos, políticos, famosos, y magnates de la banca y de la industria paseen sus satisfechas figuras por el Paddock para salir en la foto, es lo que de verdad se busca en la mayoría de los casos; las pérdidas ya las pagarán otros.

Otras de la exigencias de Ecclestone en los últimos años, ha consistido en obligar a los países económicamente emergentes a creación de nuevos circuitos cuyo coste, proyecto y construcción, hubiera servido para sacar de la miseria a más de uno de ellos.

El segundo argumento, la seguridad de los pilotos y del público, es otra gran mentira: Mónaco, Dallas, Detroit, Las Vegas, y el propio circuito urbano de Valencia, han sido una muestra más de cómo, el dinero, cuando ha hecho falta, se antepone a la seguridad y a lo que sea necesario.

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En todo caso, Ecclestone no tiene ninguna culpa, hace muchos años que se dio cuenta de que la vanidad forma parte importante de la condición humana y él se ha limitado a alimentarla. Resulta ridículo ver, cómo la élite de medio mundo, se inclina ante el pequeño británico con tal de aparecer a su lado en televisión. Lo que se busca, por estúpido que nos parezca, es poder decir a los amigos, “Soy amigo de Bernie”, aunque sea mentira….

Paco Costas