En estos días la Iglesia ha dedicado un importante homenaje a centenares de víctimas de la Guerra Civil española, en una masiva ceremonia de beatificación.

También sabemos que, al parecer, el actual pontífice (la Iglesia), quiere elevar a la santidad a los dos últimos Papas.

La larga lista de beatos y de santos, supongo que es muy superior a los días del año. Muchos de ellos fueron y han sido un ejemplo de espiritualidad y sacrificio y merecedores de la santidad, otros, sobre todo en el pasado, les bastó su ayuda a los postulados de la Iglesia y a sus intereses materiales y políticos, para merecer el título de santos; pero como reza el dicho: doctores tiene la Iglesia.

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Pero si la doctrina de Jesucristo y la de sus representas en la Tierra consiste en ayudar al afligido, hacer su paso por este valle de lágrimas más soportable y, en general, mejorar sus condiciones de vida y abrir sus ojos al conocimiento del mundo que habitamos; me pregunto:

¿No serían tan dignos de figurar en el santoral: Miguel Servet que descubrió la circulación de la sangre en los pulmones; Copérnico y Galileo, que nos ampliaron la visión del mundo; Santiago Ramón y Cajal, descubridor de la estructura del cerebro y padre de la moderna neurología; el doctor Fleming, descubridor de la penicilina; Newton, descubridor de las leyes de atracción de la Tierra y de la gravedad; Thomas Alba Edison, inventor de la lámpara incandescente, que sacó a la Humanidad de la oscuridad; Johannes Gutemberg descubridor de la imprenta; Edward Jenner, descubridor de la vacuna antivariólica, y muchos más que harían esta lista interminable?

Y, también, por qué no. ¿No deberían figurar entre los santos, grandes figuras de la cultura: literatos, pintores, escultores, poetas y geniales compositores, que con su talento contribuyeron a mostrar la belleza, a cultivar el espíritu, a desentrañar patrañas oscurantistas, y a abrir nuestros ojos al progreso y al mundo, ¿No será, precisamente eso lo que les impide figurar, en muchos casos con más mérito, en el santoral católico?.

Pero ya se sabe, progreso y conocimiento, discurren por cauces contrarios a los intereses de la Iglesia.

Paco Costas