Lucas era mi perro, y desde mi infinita tristeza, siento la necesidad de contarlo a quienes quieran saberlo.

Lucas, desde hace diez años que llegó a mi casa, era mi “compi”, mi amigo. Nunca supe si era capaz de pensar, si tenía ese alma de la que presumimos y que a ellos les negamos, sólo sé de su mirada limpia y de su alegría cuando le acariciaba o abría la puerta del coche para llevarle donde pudiese, correr, sentirse libre.

He sufrido muchos reveses en la vida, algunos muy dolorosos, pero nunca pensé que la pérdida de un amigo tan fiel, me iba a hacer tanto daño.

Hace tiempo que dejé de creer en una segunda vida, pero, quizás, a los seres sin maldad, Dios les tiene reservado un sitio en alguna parte.

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Si fuera así, donde quiera que estés: ¡gracias, Lucas! ¡gracias, “compi”! por lo feliz que me hizo en vida tu compañía.

Paco Costas