¡Dios mío! ¿Pero de dónde salen tantos ladrones?

Para los conejos campestres, su madriguera, es una cueva en la que viven a veces centenares de ellos.

Para hacerlos salir, el cazador introduce un hurón, y al instante, comienzan a huir despavoridos en todas direcciones por las mismas bocas que ellos mismos se han fabricado para protegerse del peligro de ser cazados.

Desde que las redes sociales y los medios de comunicación empezaron a denunciar sinvergüenzas, defraudadores y políticos corruptos, la estampida es diaria y raramente el cazador es capaz de cazarlos.

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Cueva de Alí Babá

Esta plaga de bribones se multiplican con las misma rapidez que los conejos, y al igual que éstos, siguen pastando por sus respetos y comiéndose la poca hierba jugosa que nos queda.

Al final, en el conejo la velocidad de sus patas y en los delincuentes las triquiñuelas legales y la permisividad de algunos jueces, hacen que al cazador (el fiscal), se le escapen y no pueda meter a la mayoría en el saco.

Dice Pérez Reverte en twitter, que hace falta otra guillotina, me parece un poco fuerte, me conformaría con un raticida para desinfectar tanta alcantarilla.

Paco Costas