Imaginaros ser el copiloto de un conductor que, al volante, se pasa los límites de velocidad como si la cosa no fuese con el.

Imaginaros que ese conductor -un gran amigo mío, por cierto-, no solamente es de los del “zapato pesado” sino que, al mismo tiempo, habla y contesta los dos móviles que tiene mientras sujeta el volante con la parte superior de la rodilla.

Como también es fácil suponer, los dos teléfonos son de esos que, con un gran número de iconos y lucecitas, te pueden informar del tiempo que hará dentro de un año en la aldea más remota de la República del Congo.

Pues bien; este paradigma de la seguridad vial circulaba, como de costumbre, muy por encima de lo permitido y, como cabía esperar- alguna vez tenía que pasarle- , le detuvo la Guardia Civil de Tráfico:

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GC: – ¿Sabe usted a la velocidad que venía circulando?

A lo que mi amigo contestó: -“No, pero no creo que fuese mucha”.

GC: – Pasaba usted de 170 kilómetros por hora.

La respuesta de mi amigo es para inscribirla en la antología del disparate.

– ¿”Cómo iba yo a circular a 170 kms/ph, si estaba hablando por teléfono en ese momento”?

Rigurosamente cierto; mi amigo, gracias a Dios, sigue vivo y puede confirmarlo.

Paco Costas