Me siguen gustando mucho las motos, aunque, por mi edad, sólo puedo con una 125 que llevo en un soporte, en mi autocaravana.

El verano pasado vi un par de motos BMW de la Guardia Civil de Tráfico y me paré a fisgar; la pata en la que se apoyaba una de ellas, estaba a punto de partirse, y le pregunté al agente: “¡Pero hombre!, ¿cómo lleva así una moto que pesa más de 300 kilos?” La respuesta escondía algo de frustración y de resignado fatalismo:

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-“Hasta que no se me caiga encima y me parta una pierna, no lo repararán”.

Este mal endémico y cicatero por parte de Tráfico y, en general, del material con el que, en muchos sitios, cuenta la Guardia Civil, – por poner un ejemplo, he visto en qué lastimosas condiciones se encuentran muchos de los vehículos con los que se vigilan las fronteras en Ceuta- viene de antiguo y no parece tener remedio.

El miércoles 30 de noviembre de 1983, en el diario Pueblo, escribí un comentario bajo el título Tráfico y la Guardia Civil, en el que ya denunciaba lo que al parecer no ha cambiado, a pesar de los años transcurridos.

ARTÍCULO:

Cuando no llevo mucha prisa tengo por costumbre, al ver a la pareja de motoristas de la Guardia civil, pararme un rato y charlas con ellos.

Hablamos del tráfico, de los accidentes, que ellos viven muy de cerca cada día, y de mil cosas más. Siempre aprendo algo, y por simpatía hacia el Cuerpo que no quiero ocultar, me intereso por su trabajo y sus problemas.

En esta última ocasión a la que voy a referirme, hace sólo unos días, la mañana era fría y húmeda, y al ver, una vez más, sus viejas Sanglas no pude reprimir el comentario; “¿Pero dónde van ustedes con esos cacharros?” Ellos, discretos como siempre, hicieron un gesto ambiguo sin contestar.

Yo seguí erre que erre, diciendo en voz alta: “¡Pero a estas alturas¡ ¡Parece mentira! Fueron buenas en su tiempo, ¡pero ahora!…”

Fijándome más un poco más en una de ellas vi que la rueda trasera estaba como la cabeza de Cesar (cuentan que Cesar fue calvo).

Medio en broma y medio en serio, les pregunté que a quién podrían multar por llevar los neumáticos lisos sin sentir la más bochornosa vergüenza. Yo sé perfectamente- y ellos y la Dirección General de Tráfico lo saben- que raramente se denuncia el peligrosísimo hecho por circular con los neumáticos en mal estado, y también la Dirección General de Tráfico sabe que una buena parte del material del que disponen los vigilantes de nuestras carreteras, así como su dotación humana, son insuficientes y obsoletos.

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La pasa primavera, con motivo de una de esas espectaculares campañas de ida y retorno de la Semana Santa, fui invitado por Tráfico a ver todo un despliegue electrónico de medios computorizados para controlar las salidas y entradas de Madrid en un radio de muchos kilómetros.

Cuando los anfitriones del acto me preguntaron qué me parecía todo aquello, les dije que muy bien, que era estupendo conocer en el acto donde se estaban produciendo los avatares del tráfico, siempre que los responsables más directos de poner remedio a las distintas situaciones, la Guardia Civil, dispusieran, para desplazarse y comunicarse, medios parecidos a los que me estaban mostrando.

Uno de los integrantes del grupo en el que yo me encontraba, al oír mi comentario, me dio un golpecito en la espalda y exclamó en voz alta:

“¡Este Paco Costas tiene una mala idea…!”

Millares de folletos y trabajos de imprenta que acaban tirándose a la papelera, campañas de publicidad costosísimos y de dudoso efecto, libros de texto y seguridad vial para las escuelas que ningún niño español lee jamás, viajes al extranjero para comprobar que seguimos entre los peores, computadoras, datos estadísticos tardíos y pocos rigurosos.

¿Es que no queda nada para mejorar la plantilla, las retribuciones y los neumáticos de las motos de la Guardia Civil?

Paco Costas