Leo con frecuencia y con placer la página con la que el gran escritor nos deleita semanalmente en el diario ABC. En ella trata muchos asuntos y, en ocasiones, relata la Historia de España de forma desenfadada, pero, en mi opinión, con un fondo de verdad riguroso.

Personalmente creo que su esfuerzo va dirigido a la juventud actual, más preocupados por descubrir los misterios de la electrónica, que por conocer nuestro pasado.

Al parecer, algunos puristas – que seguramente no perdonan a quien ha escrito más de una docena de novelas históricas con éxito mundial- le tachan de intruso y de atrevido de forma totalmente injusta.

Nací cinco años antes del comienzo de nuestra Guerra Civil, y cuando ésta terminó, los pocos colegios a los que tuve acceso por ser hijo de perdedores, eran, como es natural, divulgadores fervientes de la religión católica y de los sagrados principios del Movimiento Nacional. ¡Por el Imperio hacia Dios!

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A pesar de lo restringido de las lecturas que caían en mis manos, pronto comenzó a extrañarme aquello de que, “Santiago mataba moros en el nombre de Cristo” y me busqué la forma de informarme mejor, una costumbre que ha sido la constante de mi vida y sigue siéndolo hoy.

Muerto Franco, con el nacimiento de la Constitución, tuve la esperanza de que algunos historiadores de los que ahora critican a Pérez Reverte, pasado el miedo a la censura, se decidieran por fin a desmontar tanta patraña histórica y a quitar la venda de los ojos a los españoles. Pero no ha sido así.

En muchos de ellos todavía se nota el tufillo que les impide denunciar: que Isabel y Fernando crearon la ley más cruel que permitía quemar y torturar vivos a muchos inocentes en el nombre de Dios; que el emperador Carlos comenzó el empobrecimiento de la nación más rica de entonces, para lucir la corona de Emperador de un país extranjero; que el paranoico “Rey Prudente” no tuvo empacho en asesinar, perseguir herejes y seguir arruinando a España, implicándose en guerras de religión desde un oscuro despacho del Monasterio del Escorial…y así hasta el trágico final de una guerra civil, con la huida cobarde del último rey de la saga borbónica.

Y ahora, cuando autores como Pérez Reverte o Juan Eslava Galán, escriben para denunciar nuestra realidad histórica –al igual que algún fanático dijo de Rosseau y de Voltaire- “lo hacen con tinta destilada de Lucifer”

Paco Costas