Leo en los medios, y se incluye en este blog, la noticia de la dimisión de Stefano Domenicali en el equipo Ferrari. ¡A buenas horas!

Resulta frustrante y triste comprobar, como una de las escudería con mayor historia en la competiciones del motor, lleva desde el año 2007 sin conseguir un sólo título a pesar de contar con el mejor piloto de la década.

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Lo único de lo que sí han sido capaces fue conseguir es que Alonso perdiese su tercer título que tenía en el bolsillo. Y todo gracias al atolondramiento de los “cerebros” del equipo, entre ellos, y probablemente el más responsable, el propio Domenicali.

Por si fuese poco, los aficionados contemplamos con rabia, como el título se escapa una vez más con pocas esperanzas de una pronta recuperación capaz de batir, al menos, a ocho rivales que Ferrari va a tener en la parrilla por delante. Y ahora, además, y para mayor vergüenza, cuentan con dos campeones del mundo muy capaces de ganar el título de equipos y el de pilotos.

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Comprendo el cabreo de Luca de Montezémolo, pero en todo caso, el responsable directo de una empresa es siempre el que la dirige.

En Ferrari manda la política y el qué dirán los de arriba; los memoráduns, el miedo al fracaso, son problemas que otros equipos menos dependientes de una marca del tamaño de FIAT, les habilita para tomar decisiones sobre la marcha.

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Creo que no soy el único que así piensa, Ferrari tiene en el mundo millones de seguidores para los que el Cavallino Rampante en casi una religión. Lo peor es que su desencanto tiene visos de continuar.

Paco Costas