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Si consciente de lo que haces decides sentarte al volante de tu coche intoxicado por las drogas o el alcohol, te voy a dar un buen consejo, quédate en casa o duérmela a la puerta del bar o del restaurante, donde sabes que has consumido mucha más cantidad de la prudente y puedes convertirte en un peligro público.

Ninguna ley te prohíbe ponerte ciego o intoxicarte hasta caer sin sentido o jugarte la vida, si lo haces a solas, en tu casa, y sin causar daño a ningún semejante.

Este consejo que te doy, lejos de pretender protegerte a ti -¡allá tú y tú irresponsabilidad!- lo hago en defensa del ciudadano inocente al que puedes privar de la salud o la vida, sin que haya hecho nada para merecerlo.

En el peor de los casos, una ley tan garantista como la que se aplica hoy en España en delitos contra la seguridad vial, quizás te condene a una pena que, con un poco de suerte, te permitirá disfrutar de libertad y ¡quién sabe! si de otra segunda oportunidad para volver a las andadas.

Pero, para el inválido o el muerto, es una condena que ninguna ley humana jamás podrá restituirle.

Paco Costas