¿Está el destino de los seres humanos escrito en alguna parte? ¿Todo lo que nos acontece en vida, es el producto de una serie de hechos que la casualidad lleva a un desenlace fortuito? ¿Es la temeridad la que finalmente nos hace provocar un riesgo ya conocido?

Difícil pregunta. Pero está claro que existen actividades en las que, la posibilidad de sufrir un accidente, es mucho mayor que en otras.

En montañismo, la escalada, el parapente, el esquí, el boxeo y las competiciones del motor son alguna de esas actividades en las que el deportista, a medida que va adquiriendo experiencia y seguridad en sí mismo, arriesga cada vez en mayor medida.

Hace unos años, en los que mi actividad periodística me llevó a conocer el mundo de la Fórmula 1 y de las competiciones de motos, siempre me he preguntado, si el temor a un accidente, el miedo, se deja aparcado antes de iniciar una carrera. En una entrevista que le hice a Niki Lauda, le hice esa pregunta y me contestó:

“Tener miedo es necesario y todos lo sentimos, pero el miedo, a su vez, es el que te marca los límites para que no traspases esos límites.”

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Conocí desde fuera a Michael Schumacher en una carrera en el circuito belga de Spa-Francorchapms, cuando empezaba. Nunca tuve ocasión de hablar con él, porque el año que se proclamó campeón del mundo, yo, después de la muerte de Ayrton Senna, había dejado de asistir a la Fórmula 1 en los circuitos, pero cuentan los que sí le vieron esquiar en la semana que FIAT organiza para practicar este deporte en Madonna di Campiglio, que el piloto alemán arriesgaba en lugares en los que pocos se atrevían a seguirle.

Dice un sabio refrán, “que quién ama el peligro, perecerá en él”

Schumacher, que ha logrado nada menos que siete campeonatos del mundo, sólo había sufrido un accidente de cierta peligrosidad durante las más de 300 carreras en la que ha tomado parte, pero su pasión por las carreras, le llevó a participar en el motociclismo en el 2006 donde volvió a tener un accidente de cierta consideración, al intentar adelantara un rival en una curva por el exterior, donde era teóricamente imposible hacerlo.

En el 2010, famoso, multimillonario y con una situación familiar envidiable, volvió a tentar a la suerte y firmó por dos años en el Equipo Mercedes. En la actualidad, antes de sufrir este desgraciado accidente de esquí que le tiene en estado de coma, de cuyos resultados finales se teme por su inmediato futuro, todavía cuentan que le quitaba el kart a su hijo de 17 años y giraba al circuito en tiempos inalcanzables para los demás.

Y, llegados a este punto, hay que volver a hacerse una difícil pregunta: ¿Es el riesgo y la constante superación de ese riesgo una droga que domina a ciertos individuos? ¿O se trata de la necesidad de una permanente autoafirmación…? Y, otra vez, aquí, nos encontramos ante uno más de los insondables misterios de la mente humana.

Alfonso de Portago, Grande de España, millonario, joven, y con enorme éxito con las mujeres, dijo unos días antes de matarse al volante de un Ferrari en Italia:

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“Si muriese mañana, no por ello hubiese dejado de vivir 28 años maravillosos”

El gran Tazio Nuvolari, al ser preguntado un día si no tenía miedo de matarse cuando se subía a su coche, contestó:

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“Tú quieres morir en tu cama, ¿no? Entonces ¿por qué te acuestas en ella todas las noches?”

Nuvolari murió en su cama cuando ya lo había conseguido todo, pero en los últimos años de su vida, tenía que correr con una mascarilla a causa de una grave enfermedad pulmonar que le producían los gases de la gasolina.

Durante los años que dediqué a la seguridad vial, muchas veces me han preguntado a qué edad debe una persona dejar de conducir, y siempre he contestado: “Cuando tú, mejor que nadie, sepas que has empezado a traspasar tus límites”

Paco Costas