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“Gritería confusa de varias personas que hablan al mismo tiempo”

“Manera de hablar atropelladamente y pronunciando mal las palabras”

“Enredo, maraña” (RAE)

Las tertulias, a las que acuden analistas políticos y periodistas, están de moda. Las televisiones parecen haber encontrado en el formato una solución sencilla y barata que, además, gusta a las audiencias.

Algunas de estas tertulias, pocas, mantienen un nivel informativo que despiertan el interés de miles de espectadores que nunca antes se interesaban en la política; pero otras, la mayoría empresas privadas, ofrecen un espectáculo deplorable.

La palabra algarabía viene del árabe: los historiadores nos dan a conocer como, durante la Reconquista, los árabes se lanzaban contra las tropas cristianas dando terribles gritos con los que trataban de intimidar al adversario.

Aunque las batallas verbales en muchas de estas tertulias no se trata de eliminar al adversario, muchos de sus protagonistas interrumpen sin la menor educación al que ese momento tiene la palabra y, en ocasiones, son varios los que se adhieren al griterío mientras el moderador, que también se introduce a veces en la batalla verbal, deja hacer sin intentar poner orden.

En una ocasión fui invitado a una tertulia sobre la seguridad vial en la que, el moderador, antes de empezar, me pidió que “diese caña” y cuando acabó el programa me recriminó no haber “dado la caña” suficiente.

Al parecer se trata de eso, de “dar caña” y lo cierto es que lo consiguen. He visto recientemente a un moderador contemplar, sin inmutarse y con las manos en los bolsillos, la algarabía habitual en un programa en el que, además, por parte de algunos, se daban patadas al diccionario con el mayor desparpajo.

 

Paco Costas