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Ingenuamente, yo creía que los vicios de la Iglesia sólo podían darse durante papados como el de los Borgia: la avaricia, la lujuria, y el mercado de indulgencias que dio lugar a la denuncia y el cisma con el que Lutero dividió a la Iglesia, sólo eran posibles en aquellos tiempos de oscurantismo en el que vivían la mayoría de los pueblos.

Me eduqué, al igual que la mayoría de los niños españoles de mí tiempo, en la religión católica; fueron pasando los años, y con ellos mi fe poco a poco se fue quebrando a medida que la Historia y los malos ejemplos me descubrían las mentiras y los dogmas que, por increíbles, mi razón rechaza.

Respeto y envidio la fe que a otros les permite creer, y me pregunto si la solidez de esa fe permanece cuando los que, con su mal ejemplo riquezas y lujos, nos muestran la podredumbre de los príncipes de la corte vaticana.

Aunque no creo en el Infierno con el que amenazan a los que pecamos, si es verdad, espero encontrarme con ellos allí el día que me toque.

Paco Costas