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Hacía mi primer viaje en el Camino de Santiago, cuando descubrí el ominoso cartel de “Castrillo Matajudios” a la entrada de éste pequeño pueblo burgalés; me indignó tanto, que le hice una foto que está publicada en mis memorias con un comentario. Hace unos días, los habitantes, por votación, han conseguido sustituir el vergonzoso nombre por el de “Mota de Judios”.

Fueron los mal llamados Reyes Católicos, los creadores de la Inquisición, los que, con el fin de adueñarse de sus riquezas, faltando a la palabra dada a judíos y árabes que, hasta la conquista de Granada vivían en perfecta armonía con los católicos, expulsaron de España de forma fulminante a los judíos y, gradualmente, suprimieron los ritos y las costumbres de los árabes.

Así describe un testigo de la época el cruel éxodo al que fueron obligados:

Salieron de la tierra de sus nacimientos, chicos y grandes, viejos y niños, a pie y caballeros en asnos y otras bestias, y en carretas, y continuaron sus viajes cada uno a los puertos que habían de ir, e iban por los caminos y campos por donde iban con muchos trabajos y fortunas, unos cayendo, otros levantando, otros muriendo, otros naciendo, otros enfermando, que no había cristiano que no hubiese dolor de ellos y siempre por donde iban los convidaban al bautismo, y algunos con la cuita se convertían y quedaban, pero muy pocos, y los rabíes los iban esforzando, y hacían cantar a las mujeres y mancebos, tañer panderos…para alegrar a la gente”

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Personalmente, nunca he tenido nada en contra del pueblo judío; por el contrario, siempre he lamentado las veces que, a través de la Historia, he sabido de la forma en que han sido expulsados y asesinados. El Holocausto sufrido por los judíos alemanes, polacos y rusos durante la Segunda Guerra Mundial, fue un crimen del que debía avergonzarse toda la Humanidad.

Paco Costas