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Parece como si la corrupción en España se hubiese convertido en una enfermedad viral y contagiosa. Corrupción en la política y, por si fuese poco, ahora también en el fútbol.

Los casos de corrupción son para el que vive de su trabajo y paga sus impuestos, como el boxeador noqueado que con los guantes se tapa la cara bajo una lluvia de golpes sin posibilidad de defensa posible.

Hoy aparece en algunos medios que el Banco Mundial califica a España como “Carne de Corrupción”.

Políticos corruptos catalanes, madrileños, andaluces, valencianos, mallorquines, ayuntamientos, ediles, empresarios de las “mordidas”…, venían siendo hasta ahora el pan nuestro de cada día y ya casi no sorprenden, pero el deporte del fútbol, única cortina de humo que nos ha mantenido hasta ahora un poco distraídos y ajenos a lo que está sucediendo, también ha comenzado a mostrar su cara más fea, la de sus principales protagonistas también corruptos.

Jugadores que ganan una fortuna por darle patadas a un balón con acierto, presidentes de clubes que sobornan a jugadores y entrenadores para dejarse ganar y, por si fuese poco, deportistas extranjeros a los que las aficiones idolatran y que también han hurtado a la Hacienda Pública dinero que nos pertenece a todos los españoles.

Menos mal que el problema catalán y la lluvia de pronósticos sobre cómo solucionarlo, han pasado a las primeras páginas y han convertido a los politólogos de las tertulias en gurús de un espectáculo cotidiano.

Paco Costas