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Lo peor de la fruta podrida es el contagio. Si lo que ahora denuncia la prensa sobre la posible implicación de la responsable de Tráfico se demuestra cierta, el escándalo va más allá  de las corrupciones que, sobre calificaciones del suelo y toda clase de mordidas indecentes, nos sorprenden a diario.

Si la institución del Estado encargada de velar por la seguridad  y la vida de los conductores y peatones españoles, de las sanciones en su caso, y del buen orden del tráfico en España, ha descendido a proteger mafias y a aceptar sobornos, yo, que a lo largo de mi larga vida comprometido con la seguridad vial he conocido directores generales y profesionales de la DGT que han sido un ejemplo, siento una gran tristeza.

Descubrir ahora que los millones que producen las sanciones – abusivas en la mayoría de los casos- y la multimillonaria asignación que el ministerio del Interior concede con el dinero de nuestros presupuestos a la DGT, puede haber servido para enriquecer a  golfos cuyos sucios manejos se vienen denunciando desde hace años, me afirma cada día más en la idea de que España cada día huele más a podrido.

Si es cierto y se prueba lo que dicen los medios, lo siento por María Seguí, por la que sentí una gran simpatía desde el día que la conocí. En todo caso, que se haga justicia y que cada palo aguante su vela.

Paco Costas