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Por no remontarnos muy atrás, desde 2014, la valoración de nuestros políticos viene cayendo en picado. Esto, que ya reviste suficiente gravedad, ha entrado en coma con el circo y el ridículo espectáculo que están ofreciendo estos días a los españoles.

Parece como si el sillón de Moncloa hubiese salido a subasta por el que todos los partidos pujan con la mayor desvergüenza.

Resulta deprimente ver a los distintos grupos en sus idas y venidas por los pasillos del Congreso siempre rodeados, cada uno por sus palmeros, entrando y saliendo de despachos en los que al final, todo lo que han conseguido es un pacto que ya de entrada está condenado al fracaso.

Las reacciones inmediatas han revuelto las aguas, unos se siente traicionados, otros se dividen a la hora de apoyar a su candidato y el resultado de tanto revuelo, para nada, sigue sin aclararos qué nos depara el futuro.

De niño, durante los años de la guerra civil, recuerdo un juego que le llamábamos Rusia nº 1, que consistía en escalar un montículo de tierra; uno del grupo daba la salida y el ganador era el que primero llegaba a la cima aún a costa de pasar por encima de sus rivales, si llegaba el caso.

Paco Costas