Es una reflexión muy corriente en los deportes del motor en los que el deportista depende en un alto porcentaje de la fiabilidad y las prestaciones del vehículo que conduce: “hay que estar en el lugar adecuado, en el equipo adecuado y con el coche adecuado” la frase reza así, más o menos.

Y esto es lo que le viene sucediendo a Alonso desde que en el 2006 ganó su segundo mundial al volante de un Renault.

Ni Maclaren y Ferrari, a pesar de su larga lista de títulos,   han sabido darle al piloto español una máquina acorde con su extraordinario talento, y para mayor desgracia suya, cuando tenía su tercer título en la mano con Ferrari, un error imperdonable en un equipo con tanta historia, consiguió arrancarle lágrimas de rabia.

Fernando es, en mi opinión, el piloto completo: velocidad, regularidad, experiencia y una gran pasión. Ahora se enfrenta a un gran desafío en un equipo que, después de dos años, ya debería haber superado los defectos de juventud.

Mucho me temo, que alcanzar el nivel actual de Mercedes y Redbull, no va a ser cosa fácil.

Quién sabe si Alonso, en su fuero interno, no se esté haciendo la filosófica reflexión de que “La penas son menores cuando recibo el saldo del banco” por otra parte muy humano.

En todo caso, el asturiano lleva las carreras en la sangre y nada va a extrañar verle en Indianápolis, Le’Mans o el rally de Finlandia, a los cuarenta años.

En cualquier caso: ¡Suerte campeón!