Si hay algo que me produce asco, nausea e indignación, son los abusos y la profanación del cuerpo de un niño.

Jamás el estudio científico de la mentalidad de estos delincuentes podrá justificar su conducta ni apaciguar mi repulsa contra ellos.

La plaga de estos mal nacidos está, cada día en mayor cantidad, apareciendo en los medios: entrenadores, deportivos, educadores, psicópatas de toda laya…

Pero con ser condenable sus conductas, lo que más indigna en un país que se confiesa católico, es el ejemplo que dan algunos representantes de Cristo, cuyos abusos la propia Iglesia trata muchas veces de ocultar.

¿A qué espera éste Papa tan progresista para suprimir de una vez el celibato contra natura del sacerdocio?