Nos ocurre a los periodistas; casi siempre los grandes héroes, las figuras mundialmente conocidas acaparan nuestra atención y a ellos dedicamos una buena parte de nuestro trabajo.

¿Cuantos lectores de prensa y seguidores de televisión no han oído hablar de Niki Lauda, Juan Manuel Fangio, Rafael Nadal, Cristiano Ronaldo, Ayrton Senna o Fernando Alonso, aun no siendo seguidores de los deportes que han hecho tan mundialmente famosos a estos deportistas?

Pero en cada país, en cada época del deporte han sido millones de figuras desconocidas a los que su talento y su sacrificio personal fueron insuficientes para darles la oportunidad de alcanzar la fama que merecían.

“Ni son todos los que están, ni están muchos de los que deberían estar”

Esta frase, aplicable a cualquier actividad humana, en el caso de los deportes de élite, es como pretender alcanzar la cima del Himalaya descalzo y en invierno, mientras, tus oponentes llegan a lo más alto guiados por un experto, con mucha suerte y con el equipo adecuado para alcanzar su objetivo.

En el automovilismo deportivo español, la lista de jóvenes promesas que he llegado a conocer y que quedaron en el anonimato a pesar de su talento, es muy abundante, y a veces, tuve  la oportunidad de visitar y acompañar en Inglaterra a  más de uno a cursos de conducción costeados por ellos o por sus familias con enorme sacrificio.

Otros, la mayoría, luchaban en los campeonatos británicos de fórmulas menores, en equipos modestos a los que, para sentarte al volante de sus coches tenían que aportar importantes sumas de dinero con muy pocas posibilidades de ganar carreras.

Antonio Albacete, es un ejemplo vivo a quien las veleidades de la fortuna no premiaron por su dedicación y su talento.

Le conocí cuando siendo aún un niño acompañaba a su padre – el mejor preparados de Minis que teníamos por entonces en España- a las carreras en las que yo, por mi afición, también participaba.

Recuerdo que toda la familia se desplazaba a los circuitos, en una furgoneta,  en la que  también transportaban su Mini.

Antonio comenzó su difícil andadura desde los trece años y desde entonces lo ha intentado todo y en toda clase de modalidades por alcanzar un día la Fórmula 1, hasta que, de una forma casual y por su enorme afición, consiguió un volante patrocinado por CEPSA con el que ha obtenido un indiscutible éxito en el europeo de camiones capaz de congregar a 120.000 espectadores en el circuito del Jarama por verle ganar.

A pesar del palmarés conseguido, CEPSA le ha retirado ahora su apoyo sin el que participar en cualquier campeonato resulta hoy día prácticamente imposible.

Hoy leo con tristeza que este piloto, ejemplo de tenacidad y dedicación, busca ayudas para poder seguir compitiendo.

¿Cuándo a él y a los centenares de promesas que se siguen quedando en el camino, los medios especializados dedicaremos  espacios a promocionarlos y a darlos a conocer al gran público?.

¿Sabremos algún día cuantos Fernandos Alonso hemos dejado en el anonimato por falta de ayuda?