Como ciudadano que paga el  IRPF, el IVA en todo lo que consume y el COPAGO, cuando más medicinas necesito, no soy de los hipócritas que dicen que no se alegran del mal de los demás. De las condenas que hemos conocido hoy, yo si me alegro.

Los Bárcenas los Rato, los Blesa y compañía, los del tres por ciento, los que empobrecen la calidad del cemento para pagar la mordida, los que la cobran y los del culebrón de la saga Pujol, también espero que me den un alegría si, por fin algún día acaban en la cárcel.

Pero mi satisfacción quedará incompleta si no devuelven lo defraudado y lo robado.

¿Cómo es posible que una trama organizada para ingresar millones en paraísos fiscales y cometer toda clase de delitos, estén todavía esquiando y paseándose sin ser juzgados?

La Justicia además de justa deber acabar los sumarios y juzgar lo antes posible a aquellos presuntos delincuentes, de los que ya nadie duda de la gravedad de los delitos cometidos.

No creo que haya un solo español que no se esté preguntado por qué, algunos miembros de la familia Puyol andan paseándose en libertad, cuando algún desgraciado, por robar una gallina o comida en un supermercado, se les envía a la cárcel de inmediato.

Pero el que roba la gallina no se puede permitir un costoso abogado que, con mil argumentos legales dilate la causa durante años o se las arregle para que el delito prescriba.