La competición, cuando el deportista alcanza la cima de cualquier deporte, estoy seguro que exige de él un esfuerzo supremo para lograr la victoria.

Unos con más intensidad y otros con menos. Pero creo que, hasta el ajedrez, un juego sedentario, obliga a los  grandes especialistas a una dosis de concentración y un esfuerzo mental muy importantes.

Me gustan y sigo la mayoría de los deportes más populares, entre ellos, procuro no perderme las grandes vueltas ciclistas.

Hoy, una vez más desde que vengo siguiendo el Tour de Francia, me hecho la misma reflexión: ¿de dónde extrae un ser humano la energía para culminar los últimos metros de montañas en las que ni siquiera crece ya ni un solo árbol.

El rostro desencajado, la lengua fuera, a punto del desmayo después de 5 o 6 horas sin bajarse de la bicicleta ni dejar de dar pedales un solo momento, comen y, a veces, tienen que orinarse encima.

Hasta en el boxeo, un deporte durísimo, los púgiles descansan después de cada asalto.

En el caso del ciclismo tiene mi admiración por igual el escapado que después de un esfuerzo tremendo ve esfumarse la victoria ya muy próxima la meta, como el último del pelotón que consigue terminar la etapa.