Nací en 1931, ese año, en abril, se proclamó la República, Desde entonces hasta 1939 España tuvo varios presidentes del gobierno republicanos.

Por lo poco que pude entender entonces debido a mis pocos años y lo que he averiguado después, parece que la cosa no fue muy bien y perdieron la guerra que deberían haber ganado si unos y otros no se hubiesen dedicado a tirar de la manta a la vez.

Cuando después de cuarenta años de dictadura murió Franco, España pasó a ser una monarquía parlamentaria impuesta por el que quería dejar todo atado y bien atado.

Pero la cosa no salió tan mal, tuvimos las primeras elecciones y una nueva constitución bajo el reinado de Juan Carlos I que, a pesar de los muchos claro oscuros, nos han permitido vivir en paz hasta la fecha.

En el 2014 Juan Carlos abdicó y su hijo Felipe fue proclamado rey por las cortes con el nombre de Felipe VI.

En España, con todo el derecho del mundo, hay miles de españoles que siguen clamando por una república en la que el jefe del estado sea un civil electo por todos los ciudadanos.

Y es ahí donde surgen mis dudas:

Felipe VI, da su primer golpe sobre la mesa y contra todo se casa por amor con una periodista, plebeya, divorciada y, además, hija de una familia declaradamente de izquierdas.

Su decisión deja ya entrever su firmeza de carácter y su criterio.

El ciudadano Felipe, como algunos le llaman, ha estudiado y aprobado brillantemente, economía, política y otras disciplinas académicas; habla, por lo menos cuatro idiomas con fluidez, ha sido invitado a los foros más importantes de occidente y en Francia le hicieron los mayores honores que yo recuerdo a un representante español.

En Inglaterra, recientemente ha sido recibido por la reina con honores que sólo se conceden a grandes jefes de estado.

En cualquiera de los países que visita, sus anfitriones casi se pelean por salir con él en la foto y en cada uno de esos viajes deja siempre en alto la marca España.

En su vida familiar está dando un ejemplo como padre y esposo; ha hecho reducir su asignación; no tiene corte, amigos peligrosos ni aduladores que se le conozcan.

Y por si fuese poco, su prestancia y su elegancia personal destacan además de sacarle una cabeza a la casi total mayoría de los políticos de cualquier país.

Y es ahí donde macen mis dudas:

¡Qué político español de los que conocemos en la actualidad sería capaz de igualar en méritos a Felipe VI?

Yo, al menos, no conozco a ninguno.