La fórmula uno está perdiendo su interés a pasos agigantados. La pirámide de los deportes del motor ha dejado de ser una carrera de automóviles. Saber de antemano que sólo dos tienen opciones a la victoria, hace ya algunos años que le está restando atención por parte de los aficionados. Si a eso se le añade que tenemos que pagar por verlo, empieza a no merecer la pena. Las Quinientas Millas de Indianápolis y las 24 Horas de L’Mans, son las únicas competiciones en las que la igualdad de los coches asegura el interés de las carreras.

Hace algunos años, creo que fue a principios de los ochenta, cuando grababa material para la serie Gran Prix de TVE, tuve la oportunidad de visitar el óvalo de Indianápolis y de conducir un turismo en la pista peraltada de cuatro curvas aparentemente iguales.

Recuerdo perfectamente cómo, al pasar por cada curva a la velocidad de cien o ciento diez kilómetros por hora, me venían a la memoria las velocidades a las que circulaban los profesionales durante tres largas horas a esas velocidades. Tom Sneva alcanzó las 200.500 millas por hora en 1977, y Eddie Cheever dio la vuelta más rápida en carrera a  378.889 km en 1998, record absoluto hasta la fecha.

En la Fórmula 1, con la excepción de Mónaco, donde las velocidades son las más bajas del campeonato, los circuitos tienen zonas de escapada y protecciones de forma que, hoy día, un accidente como el sufrido por Alonso este año, gracias a la construcción de los monoplazas y todas las medidas adoptadas por FIA, no solamente salvó la vida sino que salió del coche por su pie sin aparentes daños físicos.

En Indianápolis un sólido muro de cemento circunvala pista justamente por su exterior por donde los coches abordan las curvas en pleno apoyo y el menor patinazo o error de conducción catapultan en coche contra el muro.

El espectador no quiere nunca que los pilotos sufran daños, pero al igual que sucede en las corridas de toros y en todos los espectáculos de riesgo, no puede evitar un sentimiento de morbo cuando el deportista llega casi al límite desafiando el peligro de un accidente.

Cuando en mi seguimiento de la Fórmula 1 estaba en la parrilla minutos antes de dar comienzo la carrera, todavía recuerdo un inevitable hormigueo en el estómago que no se me pasaba hasta que daban la primera vuelta.

Cuando ahora, algunos mal llamados periodista de los deportes, se permiten calificar como un fracaso el quito puesto de Alonso en las calificaciones de las 500 Millas, simplemente no saben de lo que hablan, los apartas de la parte amarilla del futbol y enseguida demuestran su ignorancia.

Lo que ha hecho hasta ahora el asturiano en Indianápolis, sin apenas conocer la pista ni el coche, sólo lo puede hacer un superdotado y Fernando Alonso lo es.

Paco Costas